EL NARCISISMO DE LOS PADRES COMO OBSTÁCULO EN LA CLÍNICA CON NIÑOS

Lic. Amanda Calderón Bonora
Lic. Natalia Martínez Liss


En la clínica con niños además del padecimiento del niño y de cierto consentimiento de éste al tratamiento, es necesaria cierta avenencia de los padres o de los adultos que estén a su cargo. Se trata de una cuestión práctica: a un niño lo traen (o no) a la sesión. Es la clínica por excelencia en la cual el analista interviene con el paciente que tomó en tratamiento y con sus otros: los padres, los familiares, la escuela, etc.[1]

¿Cuándo tomamos a un niño en tratamiento? A la hora de tomar un niño en tratamiento, resulta difícil en muchos casos ubicar en la consulta cuanto del pedido de tratamiento tiene que ver con un sufrimiento en el niño y cuanto corresponde más bien a un pedido  ligado al propio narcisismo de los padres, en la medida en que los padres, en algunos casos,  tienen la intención de que mediante el tratamiento les devuelvan un niño acorde a sus ideales y en otros, el padecimiento del niño es invisibilizado por la problemática de los padres.

En este punto es importante distinguir el motivo de consulta de los padres del  del niño. Es con eso que deberemos trabajar: la brecha entre lo planteado por los padres y lo que escuchamos nosotros como analistas de lo que se pone en juego en cada niño. Resulta necesario situar el despliegue y la articulación de estos dos planos, evitando superponerlos o confundirlos, y manteniendo la escucha en cada caso.[2]

En este trabajo nos interesa indagar el narcisismo de los padres como un obstáculo al tratamiento del niño, para ello tomaremos dos recortes clínicos. En el primero, el niño es únicamente mirado, valorado desde el ideal de los padres y en el segundo,  el niño queda como “rehén” de la problemática de los padres perdiéndose de vista.

 Viñeta 1

Pedro y María realizan una consulta por su hijo de 8 años. Refieren que actualmente el niño está en tratamiento pero no ven mejorías. Dicen que su hijo, no se relaciona con sus pares, que no tiene amigos y que no le va bien en el colegio. Cuando se indaga respecto de estas cuestiones se revela que en realidad no es que el niño no tiene amigos, sino que los amigos que él tiene no son considerados como tales  por sus padres, porque no son los de su grado, o son más chicos. También cuentan que el niño siempre necesita un empujoncito para relacionarse en las reuniones con sus amigos, cuando ellos le dan el “empujoncito” está lo mas bien. En el colegio, lo que aparece es que no se saca las notas que ellos esperan.

Se realizan algunas entrevistas separadamente con cada padre y se apunta a desplegar estas cuestiones.  Cuando se les pregunta qué creen que le pasa al niño, si sufre por algo, no pueden ubicar nada.

En los diferentes encuentros con los padres, ellos solo hablaban de cómo era la vida en su época, el colegio, los amigos, las relaciones desconociendo el modo de relación, y la escolaridad que es  distinta y  no representa lo que ellos esperan de su hijo.

Viñeta 2

Sonia consulta por su hijo Lucas de 6 años de edad por presentar problemas de conducta en la escuela. Sonia y Carlos, sus papás están separados desde hace unos meses. La separación conllevó que Sonia dejase la ciudad donde ellos vivían y se mudase a Buenos Aires con el niño. Sonia sostiene que  lo que le pasa al niño (el portarse mal) es debido a que su padre está  en pareja con otra mujer. No ubica por fuera de esto ninguna otra cosa que le suceda al niño ni ninguna otra causa posible. Quiero que Carlos vea lo que le está haciendo cuando se lo lleva con su nueva pareja ¿Te parece justo? Pregunta al analista. En relación al tratamiento dice: Quiero que Carlos vea el daño que le causa. Sonia exige insistentemente que esto le sea confirmado en el espacio de Lucas. Deja poco margen de maniobra respecto a esta cuestión, sostiene una escena de reclamos y reproches respecto al papá de Lucas, escena a la vista del niño, de la cual el niño es botín.  Sonia responde con enojo cuando se intentan acotar estas cuestiones  ubicando que delante de Lucas hay cosas que mejor no hablar. Asimismo rechaza un espacio de entrevistas donde volcar estas cuestiones. Por otro lado,   el síntoma del niño para ella viene a confirmar su posición de reclamo.

Durante las entrevistas Sonia no habla de Lucas, y si lo hace es para dar testimonio de cómo le afecta al niño la nueva vida de su padre.

Resulta difícil ubicar algo más ligado a lo amoroso. En sus dichos se ubica al niño como un objeto de disputa o aparece la queja por lo “insoportable” en relación a los problemas de conducta en el colegio.

En una ocasión, mientras esperábamos el ascensor Sonia continúa desplegando su querella hacia Carlos, no advirtiendo en absoluto que el niño intentaba abrir la puerta del ascensor cuando esté aun no había llegado, poniéndose en riesgo.

En relación al narcisismo primario Freud plantea: “si consideramos la actitud de padres tiernos hacia sus hijos, habremos de discernirla como renacimiento y reproducción del narcisismo propio, ha mucho abandonado. La sobrestimación, marca inequívoca que apreciamos como estigma narcisista ya en el caso de la elección de objeto, gobierna como todos saben, este vinculo afectivo. 

Así prevalece una compulsión a atribuir al niño toda clase de perfecciones y a encubrir y olvidar todos sus defectos(…) pero también prevalece la proclividad a suspender frente al niño todas esas conquistas culturales cuya aceptación hubo de arrancarse al propio narcisismo  y a renovar a propósito de él la exigencia de prerrogativas que se renuncio hace mucho tiempo(...) El punto más espinoso del sistema narcisista esa inmortalidad del yo que la fuerza de la realidad asedia duramente, ha ganado su seguridad refugiándose en el niño. El conmovedor amor parental tan infantil en el fondo, no es otra cosa que el narcisismo redivivo de los padres, que en su trasmudación al amor de objeto revela inequívoca su prístina naturaleza”[3]

El narcisismo primario es conceptualizado por Freud como ese primer investimento libidinal, necesario para el advenimiento subjetivo. Sin embargo nos propones indagar cuando secundariamente el narcisismo de los padres  obtura la posibilidad de que haya algún otro lugar para ese niño.

A partir de la cita de Freud podemos  ubicar, como en los casos mencionados el narcisismo de los padres se vuelve un  obstáculo al tratamiento del niño. ¿Qué entendemos como obstáculo? , cuando no se ven las características propias de ese niño, cuando nada “positivo” se le atribuye o cuando nada puede ser pesquisado de lo que sufre o le acontece al niño,  porque  quizás no sea lo  que los padres esperan. En este sentido como dice Freud el punto más espinoso es cuando el narcisismo de los padres se refugia en el niño, obturando, invisibilizando la singularidad de ese sujeto, no permitiendo la aparición de ninguna diferencia.

Si Freud equipara el amor parental con el narcisismo redivivo, nos surge la pregunta respecto a si todo amor por los hijos es en esencia narcisista. En este punto cabe la diferencia que establece Lacan entre el amor narcisista y el amor entendido desde la diferencia. Respecto al amor narcisista Lacan dice que hace estragos[4], que apunta al Uno. “Por otra parte, podría conmover a cualquiera, percatarse de que el amor, si es verdad que está relacionado con el Uno, nunca saca a nadie de sí mismo. Si es eso, todo eso, y sólo eso lo que dijo Freud al introducir la función del amor narcisista, el problema es cómo puede haber amor por otro”[5]. Respecto al otro amor, Lacan dice que apunta al sujeto[6], a la diferencia.

La  función del analista allí no es ni normalizar ni devolver un niño hecho a imagen y semejanza del ideal de los padres, “narcisismo redivivo de los padres”. Sabemos que devolver un niño hecho a imagen y semejanza de los padres es estructuralmente imposible, sin embargo quizás los padres vienen con esa demanda.

Ahora bien, si el analista intenta  responder a lo demandado por los padres,  la dirección del tratamiento seria desde la moral y los ideales, cuando la ética del psicoanálisis es orientar el deseo. También seria creer que la “cura del síntoma” es un resultado posible. En este sentido ¿curamos los síntomas? Freud dice que esto es imposible ya que siempre resta la capacidad para formar nuevos síntomas[7], es decir todos estamos atravesados por la castración. En esta línea,  el ideal es uno de los modos de responder a la castración, obturándola. Como plantea Lacan en el seminario 10,  en el plano escópico es donde más se elide la castración. En esta misma línea dice (…) “no es preciso que el cristalino este opacado por la catarata para cegar la visión, cegarla al menos a lo que a la castración se refiere, siempre elidida en el plano del deseo cuando este se proyecta en la imagen”.[8]

La función del analista, no es ni normalizar ni responder a la demanda de los padres sino más bien, esta sostenida desde el deseo del analista, deseo de obtener la diferencia absoluta.[9]  La dirección en esos casos, será intentar despejar, conmover, algo de esto para dar lugar a la singularidad del niño.

Allí donde el niño queda invisibilizado, cabe preguntarnos por la disposición de los padres a interrogarse respecto a lo que le sucede a ese niño. En este sentido, en algunos casos hay algún modo de conmover  e interrogar, abrir al trabajo eso que aparece totalmente coagulado. En los casos trabajados, la posición de los padres se presentaba impermeable al trabajo. Nos preguntamos: ¿cómo maniobrar con este obstáculo? Una respuesta, podría ser sostener la apuesta con el niño, siempre y cuando lo sigan trayendo al tratamiento. Cuando esto no sea posible nos encontraremos con  un límite a la labor analítica. Esto no es algo  que se  pueda saber a priori sino que habrá que pasar por ello. En este sentido  pensamos la apuesta del analista.

Por último  nos gustaría dejar planteada la pregunta en relación a  los límites entre el amor, el goce y el deseo dado que nos resulta difícil la delimitación de estos conceptos en los casos mencionados.

Bibliografía

  • Beltrami, Calderón, Martófel, Mólica. Martínez Liss, N. “Un recorrido por la obra de Freud en busca de orientaciones para la clínica con niños”. IV Congreso Internacional de investigación y práctica en psicología.
  • Freud, S. “Introducción del narcisismo”, Obras completas Vol.  XIV, Amorrortu Editores, Buenos Aires.
  • Lacan, J. Seminario XX, Aún,  Paidós, Buenos Aires
  • Freud, S. “Conferencias de introducción al psicoanálisis: Conferencia 23”, Obras completas, Vol. XVI, Amorrortu Editores, Buenos Aires.
  • Lacan. J. “Los cuatro conceptos fundamentales”, Seminario XI, Paidós, Buenos Aires.
  • Lacan. J. “La angustia”, Seminario X, Paidós, Buenos Aires.





[1]Beltrami, Calderón, Martófel, Mólica, Martínez Liss, N.Un recorrido por la obra de Freud en busca de orientaciones para la clínica con niños”. IV Congreso Internacional de investigación y práctica en psicología. 
[2] Idem
[3] Freud, S. “Introducción del narcisismo”, Obras completas Vol.  XIV, Amorrortu Editores, Buenos Aires
[4] Lacan, J. Seminario XX Aún, Cáp. 1. Pág.12, Paidós, Buenos Aires.
[5] Op cit Cáp. IV Pág. 61
[6] Op cit  Cáp. IV Pág. 64
[7] Freud, S. “Conferencias de introducción al psicoanálisis: Conferencia 23”, Obras completas, Vol. XVI, Amorrortu Editores, Buenos Aires.
[8] Lacan. J. “La angustia”, Seminario X, Paidós, Buenos Aires. 
[9] Lacan. J. “Los cuatro conceptos fundamentales”, Seminario XI, Paidós, Buenos Aires.

MESA DE APERTURA DE LA 2º JORNADA DEL EQUIPO DE NIÑOS DEL HOSPITAL ALVAREZ 2013

Lic. Laura Monczor


* Trabajo presentado en la 2º Jornada del Equipo de Niños del Hospital Álvarez: “La Infancia en los Márgenes” (2013).                                                         


Cuando el Equipo toma la decisión de hacer estas segundas jornadas, es en función de capitalizar mediante la escritura el trabajo que se viene haciendo con los niños que recibimos en atención, padres, escuelas y otras instituciones, y, además, transmitir una modalidad de trabajo posible en el hospital.

Hemos notado, a lo largo de los últimos años una diferencia en la demanda de padres, docentes, médicos, juzgados, que nos  convoca a preguntarnos cuál es la intervención adecuada  en relación a situaciones que no  se relacionan estrictamente con nuestro campo: se trata de situaciones en las que es necesario realizar interconsultas, denuncias, asesoramiento a la institución consultante, previo incluso a  evaluar si ese niño debe o no comenzar un tratamiento.

Son consultas por chicos que viven situaciones marginales: niños maltratados, abusados,  abandonados por los adultos a cargo, descuidados, devueltos por la familia adoptante (sea o no biológica), sin amparo que los preserve de (los) riesgos.

 Otros  que en los tiempos de transitar la infancia en pos de la constitución subjetiva, carecen del sostén del Otro.

También aquellos por los que se nos solicita que se adapten, se callen, se normalicen, en función de un Ideal que obnubila la diacronía de los tiempos de constitución y la pregunta por el padecimiento.
En todos estos casos, no están dadas las condiciones para que el niño transite tranquilamente, como dice Michel Silvestre (en Mañana el psicoanálisis), la neurosis en la infancia.

 Por esto, titulamos a estas segundas jornadas "La infancia en los márgenes". Es que a la hora de una consulta por un niño, en el equipo del hospital, nos encontramos repetidamente, aunque no únicamente, con presentaciones de niños en situaciones que extralimitan la infancia, o bien, en un borde en el que la intervención psi apuesta a restituirlo a su lugar de niño.

Hay que tener en cuenta que quien demanda en el hospital, no lo hace buscando un análisis: viene a buscar una terapéutica, cualquiera sea, que alivie al niño o al adulto que consulta por él.

Vienen porque algo no  anda bien, se traba, en el niño,  o no necesariamente en él, tal vez lo que no funciona se sitúa del lado de los padres, de la escuela. A veces, simplemente son derivados por un juzgado, y no tienen inquietud de consultar sino obligación, muchas veces a riesgo de exponer al niño a una consulta innecesaria, lo cual no es sin consecuencias.

 En algunos casos esperan del psicólogo del hospital, un veredicto, un testigo de sus propias acusaciones, algo así como un juez, o la verdad cual detective. Pero cuando se nos presentan lo primero que surge de nuestro lado como pregunta, es si el pedido inicial, cualquiera sea,  puede convertirse, más allá del motivo de consulta, en la ocasión para un encuentro. Siempre y cuando, despejemos que ese encuentro entre un niño y un analista, es necesario. Si no, pasamos a formar parte de quienes acompañan un proceso en el que nada pasa y el niño supuestamente se resiste, los padres se quejan o les viene muy bien que todo siga igual. Tengamos en cuenta que el PSA no es prevención, no es educación, no es una forma de vida espiritual. Tiene que producir un cambio del lado del sujeto en el sentido de un encuentro con lo que le es más singular.

Pero el aspecto que me interesa subrayar hoy, en relación a la infancia, tiene que ver con que  los niños que son traídos a la consulta, vienen pre-interpretados (mal de todos desde que existe el PSA) y en muchos casos pre-diagnosticados. ADD, bipolaridad, TGD, diagnósticos a los que con facilidad accede cualquiera hoy día, incluso a través de internet, y que nada nos dice acerca del niño y sus "circunstancias", más bien las coordenadas en las que el niño está involucrado quedan al margen del diagnóstico. O son representados, nombrados: es un monstruo, es incontrolable, es un desastre, un delincuente, un perverso.

El año pasado salió un artículo en el diario Clarín, el cual comenta que en el DSM 5, se incluirían como patológicos los berrinches en los niños. Dice que “(05/12/12 – Clarín):

Nenes y nenas experimentan berrinches. Porque quieren un juguete y no se lo compran. Porque no quieren comer cuando los obligan. O simplemente se empacan, se enojan y no caminan. Si esas pataletas infantiles se repiten más de tres veces por semana a lo largo de un año, ahora se consideran parte del “trastorno de desregulación disruptiva del humor”, según la nueva edición del emblemático manual. Esto es, los berrinches repetidos son catalogados como “desórdenes” mentales. Un cambio conceptual que es apoyado por algunos psiquiatras y ferozmente cuestionado por otros.


Este trastorno... incluye a los chicos que exhiben irritabilidad persistente y tienen “episodios frecuentes de ataque de llanto tres días o más veces por semana durante más de un año”. “El diagnóstico intenta tratar preocupaciones sobre la posibilidad de sobrediagnóstico y sobretratamiento de desorden bipolar en chicos”, aclaró la asociación a través de un comunicado.

Tengamos en cuenta que , una vez establecido en  el DSM, no es fácil que no exista la consulta por los berrinches.

Eric Laurent trabaja este tema en “La clínica analítica hoy. El síntoma y el lazo social”, recordando que el síntoma para el PSA es definido en sentido amplio como aquello que cojea, que no anda, que nos muestra el empecinamiento de la clasificación diagnóstica para que nada quede por fuera de lo definido como normal o patológico, haciéndose la línea que separa uno de lo otro cada vez más desdibujada. Hay un abuso del diagnóstico por el síndrome, que dejan a la experiencia clínica del uno por uno, y a  la escucha del sujeto por fuera, al margen. Si esto se redujese al ámbito del DSM y la farmacología no habría tamaño problema. El problema surge cuando estos diagnósticos son utilizados por escuelas, jueces, padres, etc.. Qué lugar para el niño que quiere ser escuchado con sus manifestaciones discursivas, impulsivas, somáticas? Cuáles son las consecuencias de la obturación de la escucha por la adjudicación de un título para una enfermedad? Es posible reducir un síntoma a un trastorno?

La reducción de un síntoma o padecimiento a un trastorno trae aparejado, entre otros problemas, la detención en el despliegue discursivo. Es en este despliegue que la singularidad del sujeto se articula. Si el niño es un enfermo, se lo responsabiliza por su trastorno, los padres y escuela se lavan las manos, el trabajo se realiza con el trastornado, que asume ese nombre y es desde ese momento un cuadro patológico, al servicio de la adaptación o de la "normalización".

Si la inserción social, escolar, institucional, se define por el criterio de normalidad que propone una normativa estrecha, acotada, en la que el estallido de la pulsión, p. ej, quedan por fuera de lo admisible, la posibilidad de un niño de manifestarse es casi nula. Pero no hay que olvidarse (de) que el inconciente insiste y su acallamiento no es posible. Es la presencia del Inconciente lo que puede entonces convertir a esa consulta en un encuentro.

Me interesa  subrayar que en todas las situaciones de consulta en el hospital, quien está dispuesto a recibir en atención a un niño en el hospital, está dispuesto también a recibir a los padres, a la escuela, a interconsultar con servicio social, pediatría, psicopedagogía, etc, sin temor a la cuestión de si eso forma parte o no de la tarea de un psicoanalista.  El equipo de niños trabaja con el niño, pero no solamente. Más bien, trabaja PARA el niño articulando, por ejemplo,  las instituciones en las que está inserto.

Dos ejemplos contrapuestos: en uno, la escuela nos convoca a una reunión para comunicar que el niño va a ser excluido de la misma porque no se puede sostener su permanencia en el aula: es marzo de 1º grado y J tiene dificultades para permanecer dentro del aula: deambula por la escuela. J ha sido traído a la consulta por su padre 20 días atrás, cuando el niño manifestó que no quería comenzar primer grado. Se les pide tiempo para trabajar, nosotros y la escuela misma. No se lo dan, no lo soportan, y J es cambiado a una escuela de recuperación. Otra escuela llama porque el último día de clases, se han enterado por una mamá del grado de A, que es paciente del hospital, que A “abusó sexualmente” de otro niño del grado. La pregunta de la escuela en este caso tenía que ver con que los abuelos que están a cargo de A, planteaban que A era un perverso. La directora lo situaba en otro lugar, y quería saber si nos parecía atinado seguir sosteniendo a A en la escuela ya que había interés en trabajar con ambos niños involucrados en la situación , y si ese acto se podía situar en alguna coordenada de la historia de A. La escuela es la institución  por excelencia que aloja a los niños. Que estén dispuestos o no a trabajar con él, en sus circunstancias particulares, como serán transmitidas y significadas las intervenciones, tendrán sin duda efectos.
Incluso por épocas, y dependiendo de la información  que esté circulando en los medios de comunicación masivos, la consulta pasa por el temor a que tal o cual niño ejerza violencia, sea abusador o abusado, etc, (p.ej., si sale una noticia de violencia en una escuela, probablemente aumente la derivación de niños considerados potenciales criminales).

La demanda a la que se presta el profesional que trabaja en el hospital, genera angustia, desconcierto, impotencia en muchos casos. Porque si el ideal es la Salud Mental, el criterio de Salud como universal se convierte por definición en un imposible. Entonces, es sano estar en duelo? Es sano pelearse con los hermanos?  Es sano estar triste? Es posible alcanzar un estado de bienestar pleno? etc.…….Después de leer el Malestar en la cultura, texto siempre vigente, es posible que no le demos cabida al malestar en la vida cotidiana?  Que respondamos al imperativo de la felicidad?


Entonces,   instalar un tiempo para pensar el porqué de la consulta, quien la moviliza, quien la demanda, y si ese niño tiene o no que acceder a un tratamiento, y si debe ser en ese momento, es nuestra responsabilidad . Qué cuestiones son propiamente infantiles y qué cuestiones son sintomáticas. Donde ubicar lo que no anda. Si no nos tomamos este tiempo para pensar, tal vez seamos solidarios de la estigmatización, hagamos un como sí de tratamiento con el niño, y por ende, lo dejemos también al margen. 

ADOLESCENTES VIOLENTOS, ADOLESCENTES DESALOJADOS

Lic. Marisa Molico Luorido

*Trabajo presentado en la 2º Jornada del Equipo de Niños del Hospital Álvarez: “La Infancia en los Márgenes” (2013).

“Tenía dieciseis años. No tenía nada, ni bienes materiales, ni bienestar espiritual. No tenía amiga, ni amor, ni había vivido nada. No tenía idea de nada, no estaba segura de tener alma. Mi único patrimonio era mi cuerpo. A los dieciseis años, desnudarse es un acto de una inusitada violencia (…) Dieciseis años de soledad, de odio a uno mismo, de miedos no formulados, de deseos nunca alcanzados, de dolores inútiles, de enfados que no conducen a nada y de energía por explotar estaban contenidos en aquel cuerpo” (Amélie Nothomb, Antichrista)

           
En este trabajo quisiera realizar un breve recorrido por las actuales lecturas sobre la denominada violencia adolescente, para luego ubicar qué respuesta e intervención ofrece el psicoanálisis a dicha problemática.

En el último tiempo registramos una proliferación de discursos que sostienen la existencia de un nuevo adolescente caracterizado por ser violento. Estos discursos suelen arribar a dos grandes propuestas de tratamiento: la medicalización o la judicialización. En el campo del psicoanálisis sabemos que la violencia es estructural, inherente al sujeto; se trata de una manifestación de la pulsión de muerte, presente desde el origen de la vida. Lacan sitúa en su conceptualización del estadio del espejo el origen de la violencia en la relación imaginaria y agresiva en la que el yo -en tensión especular con la imagen del semejante- se forma. Sin embargo, entiendo que tal universalidad no puede implicar un punto de llegada y final en nuestro análisis de esta problemática actual. Por eso quisiera proponer un recorrido que implique poder ubicar estas manifestaciones de la violencia en los adolescentes como un efecto de la segregación, de la dificultad del adulto de sostener un lazo social que pueda alojarlos.    Cotidianamente los medios de comunicación muestran escenas que hablan de jóvenes violentos y no siempre se introduce en la escena a los adultos. Esto es significativo porque la relación con los adultos es una cuestión clave y fundamental para pensar cualquier escena sobre los adolescentes: resulta imposible abordar estas cuestiones de la adolescencia sin pensar el lugar del adulto allí. Y esto porque no se es sujeto sin un lugar en el Otro, un Otro que suponga algún sujeto. Eric Laurent plantea que no existe niño sin institución, y que en la actualidad las instituciones hacen de suplencia a algún aspecto de las funciones –más o menos fallidas- de la familia. Por eso cada vez los analistas de niños y adolescentes trabajamos con la familia en sentido ampliado, con la escuela, con hogares, con otros profesionales de la salud, con instituciones judiciales, etc.

La escena de la infancia y de la adolescencia depende de un Otro, de un Otro que participa de algún modo de la tarea que toca al niño y al adolescente: aprender a dominar sus pulsiones. Es lo que Freud señala en la Conferencia 34: “Comprendimos que la dificultad de la infancia reside en que el niño debe apropiarse en breve lapso de los resultados de un desarrollo cultural que se extendió a la largo de milenios: el dominio sobre las pulsiones y la adaptación social” (pág. 136). También Lacan da cuenta de este anudamiento infancia-pulsión en el Seminario XI: “No es preciso adentrarse mucho en un análisis de adulto, basta haber analizado niños para conocer ese elemento que confiere peso clínico a cada uno de los casos con que tratamos. Ese elemento es la pulsión” (pág. 169). ¿Cómo se las arregla el niño y el adolescente para domeñar la pulsión?, ¿qué relación tiene esto con la violencia?

La violencia es la pura pulsión y los adolescentes por sí solos no pueden renunciar a ese goce. El adulto es el encargado de ayudar a los jóvenes a encontrar salidas no violentas, ayudarlos a que aprendan a dominar sus pulsiones. En “Tótem y Tabú” Freud señala que esta renuncia del ejercicio de la violencia es condición de ingreso a la cultura y ubica al Superyó como el herederero de la renuncia a la satisfacción pulsional. Se trata de una transformación necesaria sobre la pulsión, una limitación de la pulsión, para poder sostener un lazo social. Cuando decimos que hoy hay una desautorización de la autoridad, que la figura del padre fue trastocada, lo que decimos también es que hay una dificultad del adulto en ayudar al adolescente a construir ese límite a la pura pulsión, a armar esa salida.  

Es conocida la sentencia lacaniana de que sólo el amor hace condescender el goce al deseo. En la teoría psicoanalítica conocemos una primera versión del padre en tanto aquel que prohíbe al hijo el objeto de su deseo. Es la versión del Edipo, la del padre que transmite la ley. Pero la mera sanción burocrática no articula nada del deseo o del amor. En el Seminario 22 Lacan presenta otra versión del padre: aquel que puede transmitir a sus hijos cómo arreglárselas con un goce que no es enteramente fálico; un padre que transmite su propia solución. Entonces, se trata de lo que un padre puede transmitir a un hijo y que no es una prohibición. Se articula, así, el amor a la función paterna. Eric Laurent plantea en El niño, objeto a liberado que la función del Nombre del Padre “es una función del tipo poner un freno al goce. Pero no es una función que se desprende simplemente de la prohibición. Poner un freno al goce es también poder abrir al sujeto una vía que no sea la de un empuje a gozar mortal, autorizar una relación confiable con el goce”.

Frente a la violencia como respuesta a la segregación, a la exclusión, el psicoanálisis se ofrece como un discurso que puede (re)alojar a estos adolescentes. Javier Aramburu en El malestar contemporáneo señala que la segregación, a diferencia del malestar, es lo que no tiene inscripción en el orden simbólico, no tiene reconocimiento en el mundo simbólico del Otro. Es lo que ha rechazado el discurso de la época. En esta misma línea Eric Laurent planteaba en el 2008, en una entrevista que le realizaran para el diario La Nación, que “los chicos pueden sentirse abandonados a sí mismos y a su propia violencia. Hay algo vinculado a la condición humana en esta violencia (…) Hay que encontrar nuevos modelos que ayuden a la juventud a atravesar la adolescencia. La culpa es nuestra, no de los niños. No hemos sabido inventar los rituales apropiados que puedan ayudar a un joven violento a encontrar salidas que no sean autodestructivas o destructivas para los demás”.        

Decíamos que no existe sujeto sin Otro, que es necesario que el sujeto esté alojado en un discurso, en un lazo social. Si la renuncia a la violencia es condición para el ingreso a la cultura, la actual violencia adolescente puede leerse como una respuesta a quedar segregados, por fuera incluso del margen. Las problemáticas actuales en torno a la violencia adolescente acentúan los diferentes grados de exclusión de la subjetividad y requieren por lo tanto de intervenciones destinadas a realojarlas. El discurso psicoanalítico se presenta como una salida, un intento de realojarlos en un lazo, en tanto le ofrece una ley de otro orden: una ley que es un instrumento para organizar y pacificar las exigencias caóticas con satisfacciones perentorias y contradictorias entre sí, las que el sujeto necesita organizar y pacificar para lograr satisfacciones más viables y soportables. La praxis analítica implica entonces una alternativa distinta en tanto puede alojarlos en esa articulación de la prohibición y la autorización vía el amor que su discurso propone.

INSTANTÁNEAS DEL PRIMER ENCUENTRO CON UN NIÑO.

Lic. Carolina Barrionuevo


*Trabajo presentado en la 2º Jornada del Equipo de Niños del Hospital Álvarez: “La Infancia en los Márgenes” (2013).

Un  niño  llega  al consultorio de un analista por las resonancias que genera en un adulto[i], quien lee una  urgencia en el niño.  Sotelo nos plantea que la  urgencia se  transforma en subjetiva a partir del  encuentro con un analista  que invita a  localizar esa  urgencia, enlazarla a la  historia singular de ese sujeto. ¿Qué escuchar en la primera  consulta con  un   niño? Alba  Flesler nos puntúa que “el  psicoanálisis atiende al  niño  pero apunta al  sujeto”,  “sujeto de la  estructura”  que  “no tiene  edad pero si tiempos[ii] en relación a la constitución  subjetiva.  Las puntualizaciones  de Freud y Lacan nos  sitúan la necesaria dependencia del pequeño infans al Otro para  la constitución subjetiva. Podemos  ubicar, por lo tanto,  la importancia para el  niño de  la  oferta del  Otro  encarnado,  generalmente en los  padres (aunque  no necesariamente) para   construcción de su escena  de la  infancia.

“Enuresis, encopresis,  dificultades en el lazo con pares, dificultades para  la adquisición de las  pautas  madurativas, problemas para  aprender conocimientos  nuevos, angustias transpuestas en síntomas  corporales” son los motivos más  frecuentes de las  consultas  por  un  niño. Motivos que generalmente se relacionan con momentos de pasaje  del niño de  un estado  de dependencia respecto del Otro a  la  conquista  y  exploración de su escena del mundo.  Propongo entonces  escuchar  en los encuentros con un  niño  la  posición de ese sujeto en relación al Otro,  al semejante, a  la demanda, al  deseo,  a  los  objetos  pulsionales,  teniendo en cuenta los  tiempos de  ese  sujeto en la  estructura dentro  del  constitución subjetiva. Siguiendo la  lectura del Seminario 16 de Lacan, poder  ubicar  como le fue  ofrecido  al  sujeto  el  saber, el objeto  y el goce, y la respuesta del  sujeto. Es  en el armado  de una  escena  lúdica donde  el niño podrá  ir articulando su  malestar, poner en  forma “su  urgencia”.  Los  juguetes serán  los  objetos que presten soporte material al texto del niño. Instantáneas del  primer encuentro con  un  niño…Fotografías  que singularizan ese síntoma en sentido amplio que motivó la consulta. Estampas en donde  el niño articula  su posición dentro de la economía libidinal de la estructura  familiar.

Llega Tomas con sus  4 añitos de edad  acompañado de su  mamá. Toca el  timbre y contra toda expectativa familiar, Tomás entra al consultorio sin problemas. Sorpresa para su mamá quien debe acompañarlo y permanecer pegada a su lado para que el niño pueda concurrir a los cumpleaños. Me presento ante el  niño y muestro los juguetes. Los explora y pide hojas para  dibujar. Dice que va a escribir su nombre  pero no se acuerda cómo se hace, me solicita que lo haga yo. Al finalizar, pide también la escritura de su apellido. Saca de la caja de juegos 2 pistolas y los  walky-talky. “Se necesitan refuerzos”, refiere hablando por walky-talky. “Hay que  frenarlos antes de que  lleguen”, agrega. Nos situamos a un extremo de la  pared, ubicamos frente a nosotros dos sillas como protección, y comenzamos a disparar y tirar  bombas. “Ahí vienen, pidamos  refuerzos”, continúa diciendo el  niño. Atemorizados los dos, por miedo a que lleguen, llamamos insistentemente  con los  walky-talky  a los refuerzos mientras  seguimos defendiéndonos con las pistolas y las bombas. Los padres de Tomas se anticipan excesivamente a los pedidos del niño “porque creen que no  va a poder”, así el pequeño no dispone de su  cuerpo para compartir eventos sociales con los compañeros, permaneciendo pegado al cuerpo de su madre, no puede comer, ni dormir solo, ni lograr el control de esfínteres. Por lo tanto, en su primer encuentro con su  analista  el Tomás pide  “refuerzos  para frenar al  Otro antes de que llegue”.

Martina  de  6 años  de edad me propone   jugar a la   ruleta.  Debemos  clasificar   todos  los  juguetes de  la  caja  según orden temática: soldaditos, elementos de cocina, barbies, cosas  para  dibujar,  dinosaurios, autitos, títeres….  Los  ubicamos armando   un  gran círculo, ella se   ubica en el  medio   y  gira  en círculo como la  aguja de un reloj señalando   con su  brazo los  juguetes a  medida que pasa por  cada  sector. Yo  debo  ubicarme  afuera de la  ruleta con los   ojos  cerrados  y   debo decir  basta  en  algún  momento. Instante en el cual, Martina se  detendrá  señalando el grupo temático de juguetes con el  que  jugaremos ese día.  Pregunto qué pasa si  nos  toca  los   soldados  o algo que  no nos  guste: “La  ruleta  es  así, toca  lo toca”. Ubicando la  niña, de esta  manera,    que   solo  podremos  jugar  a  lo que  nos   toque  sin  posibilidad de elegir.  En este “toca  lo  que toca”  la  niña  presenta  episodios de   enuresis las  noches anteriores a cada  evento  social  o escolar en  que se  debe  poner a  jugar  algo de  su elección, de su  deseo.

Carlitos de  6 años de edad  y  su mamá   tocan  el  timbre de  mi consultorio,  me   acerco a saludar al  niño  con un beso, y reacciona precipitadamente   corriéndose para  atrás, ubicándose a  una distancia  considerable de  mi persona. Trae sus  juguetes (juegos  reglados), entra al consultorio  y propone  jugar con los  mismos. No obstante,  no  hay  lugar  para que el juego se  despliegue, en seguida  plantea haberse  aburrido. Escucho ahí entonces que el  niño   todavía necesita de  tiempo para   construir  un  lazo  al otro,  “se aburre antes   que  algún encuentro  conmigo sea  posible”. La consulta se  planteó como necesario luego de que el pequeño tuviera un “episodio convulsivo por  pico de stress”, descartándose  causa orgánica alguna.  Dificultades en el lazo en  una  familia  en  donde  los   lazos están  interrumpidos. El  Otro  no funciona para  este  niño como  garantía  necesaria en la infancia de  la continuidad del armado de su   escena del  mundo. Como  no  hay garantías, la distancia y el aburrimiento  se  erigen  como  defensas posibles, que   lo  dejan  a Carlitos  sin recursos para  armar   lazos con otros.   

Miranda de  8 años entra al consultorio con  un poco  de  vergüenza   y timidez. Habla   muy bajito. Arma  el  juego  de las escondidas  con títeres de dedos. La particularidad en este  juego es que siempre  cuenta el  mismo, es  decir   hay uno que  no se esconde,  que queda  fijo en el mismo lugar sin poder sustraerse de la  mirada.  Los  padres consultan  porque la  niña  no pueda  hablar “por vergüenza” con nadie externo al  núcleo  familiar. Podemos decir que  la niña    ubica que   hay  una mirada de la   cual  no  puede   sustraerse,  que no dispone del velo de  la  mirada  de la   para   la salir  y disponer de  su cuerpo en la escena del  mundo.         
                                
Camila llega  con  sus  5 añitos a  la  consulta. Se la observa  muy tímida, no  puede escoger ningún juguete, ni armar una escena lúdica. Constantemente pregunta ¿Qué es esto?, ante  cualquier objeto, incluso aquellos que conoce.  Ofrezco hojas para dibujar. Hace  como  figura  humana  un círculo que ocupa toda la hoja y dice: “Se llama  boca”.  La madre  consulta porque su hija “no come”. Hasta los 2 años y medio, tomó solamente el pecho, rechazando cualquier otro tipo de alimento. En este primer dibujo la niña nos plantea que si un cuerpo queda reducido a la zona erógena oral, la constitución de un cuerpo propio se encuentra comprometido.  

Instantáneas del  primer  encuentro  con  un  niño…Brújulas que  nos  orienta hacia donde   acompañar a  un  niño  en la  dirección de la  cura  para  que  pueda   construir  su  escenario infantil,  atravesando  aquellos   caminos  en  donde  quedó  interrumpido.








[i] Flesler, A, “El niño en análisis” en El  niño en análisis y el lugar de los  padres , Buenos  Aires, Paidós, 2007, pág  17
[ii] Flesler, A, “El niño en análisis” en El  niño en análisis y el lugar de los  padres , Buenos  Aires, Paidós, 2007, pág  24


Bibliografía consultada

AMIGO, S. (1995) Clínica de los fracasos del fantasma, Buenos  Aires, Homo Sapiens, 2005
 FLESLER, A, “El niño en análisis” en El  niño en análisis y el lugar de los  padres , Buenos  Aires, Paidós, 2007,
FREUD, S. (1950 (1985)) "Proyecto de Psicología" en Obras completas, 1886- 1899, I, 32-446.
HARTMANN, A. En busca del niño en la estructura. Estudios psicoanalíticos de la infancia y su patología, Buenos Aires, Manantial,  1993.
LACAN, J. (1983) “Dos notas sobre el niño”, en Intervenciones y textos 2, Buenos Aires, Manantial, 1988,  55-57.
LACAN, J. (1975) “Conferencia en Ginebra sobre el síntoma”,en Intervenciones y textos 2, Buenos Aires, Manantial, 1988,   115- 144
RAIMONDI, M. “La urgencia en niños. Intervenciones  y dispositivos clínicos” en  Perspectivas de la  clínica de la  urgencia, Gramma Ediciones, Buenos Aires, 2009
SOTELO, I. Clínica de la  Urgencia, JCE Ediciones, Buenos Aires, 2007

LOS MIEDOS ¿UN COMPÁS NECESARIO EN LA COMPOSICIÓN DE LA CONSTITUCIÓN SUBJETIVA?

Lic. Gabriela Mundiñano

*Trabajo presentado en la 2º Jornada del Equipo de Niños del Hospital Álvarez: “La Infancia en los Márgenes” (2013).

Sabemos que los niños tienen miedos de distinta intensidad que muchas veces van desapareciendo solos, transformándose, sin que ameriten una consulta.

La intensión en este trabajo es pensar respecto a los miedos infantiles, la función que éstos cumplen en la constitución de un sujeto.

¿Es lo mismo hablar de miedos infantiles y fobias? ¿Qué hace que algunos niños constituyan una fobia y otros no? ¿Qué hace que algunos miedos sean inmanejables y ameriten la consulta?

En este trabajo intentaremos, a través de un recorrido por textos de Freud y Lacan, formular algunas posibles respuestas a estas preguntas.

La hipótesis que sostiene estas preguntas es que en el camino de la constitución subjetiva no se puede saltear la etapa de los miedos. Podríamos decir que al revés de lo que pasa en los cuentos y en las películas, donde primero aparece el fantasma y después el miedo, en la constitución de una neurosis primero está el miedo.    

Empezaremos por plantear que los miedos infantiles dan cuenta de la presencia de angustia, angustia porque la pulsión no encuentra cauce y se evidenciará como miedos indeterminados, metonímicos, en terrores nocturnos, como desvalimiento...

A propósito leemos en Freud en Inhibición, síntoma y angustia: “La mayoría de las fobias, hasta donde podemos abarcarlas hoy, se remontan a una angustia del yo, como la indicada, frente a exigencias de la libido... ". Podemos pensar que en el niño, un sujeto en constitución, hay una libido que no se liga psíquicamente y que emerge como angustia. Freud en la 32° conferencia "Angustia y vida pulsional"  se refiere a uno de los modos en que se genera angustia por "trasmudación directa de la libido" y una de las razones que da de esta trasmudación es lo que llama "endeblez infantil del yo".  

Hasta aquí entonces la presencia de angustia nos dice de una libido no ligada, que está en relación con este sujeto en vías de constitución. De su ingreso en un universo simbólico que lo preexiste, que lo inunda en cuanto individuo pero al que todavía no ha advenido como sujeto. Considero que en El Seminario 10: La Angustia  de Lacan podemos leer lo anteriormente señalado cuando indica: "Ahora bien sucumbimos a la necesidad de poner al principio al sujeto, olvidando que el sujeto, como sujeto, no es identificable con el individuo. Aunque el sujeto esté ajeno, como individuo al orden que le concierne como sujeto, ese orden (simbólico) no deja de existir"...

Cuando los miedos aparecen, no siempre con la misma intensidad, podemos pensar que dan cuenta del camino de la constitución subjetiva. El campo del Otro, el lugar donde se sitúa la cadena significante, es el campo de ese ser viviente donde el sujeto tiene que aparecer. Del ser viviente, llamado a la subjetividad, se manifiesta la pulsión. La relación del sujeto con el Otro se engendra en un proceso de hiancia.

En El Seminario 11,  Lacan ubica las operaciones de alineación-separación: La primera -alienación- es el efecto de la estructura del lenguaje que divide al sujeto con un S1, independiente del significado, designando al ser, sin darle sentido; que sellando al sujeto lo convierte en una nada  incapaz de acceder a la palabra. En ese punto ubica el llamado a un S2; que brinda sentido y borra el ser, afánisis del sujeto. La separación es la operación de esa pérdida que deviene causa, que es el objeto a. Particular torsión topológica que establece la fórmula del fantasma, que fija ese instante de conjunción entre Sujeto y a, que oculta el deseo del Otro y el objeto que el sujeto fue para ese deseo. En este texto enfatiza el efecto de falta del sujeto en la alienación, vinculada al significante afanisíaco, que obtura lo que de ser puede darle el significante al sujeto, el S1 que queda oculto por acción del S2.  Pérdida que se recupera en la constitución del fantasma, sujeto en tanto objeto para el Otro. El  vínculo del sujeto con el Otro: constituye función de borde, relacionada con la pulsión.

Uno se constituye a partir del resto, por eso que no queda capturado por el significante y por ende llevaremos la marca del no todo dicho, por ejemplo la mancha del caballo alrededor de la boca en Juanito. Entonces vemos aparecer en lo concreto, el miedo a la desaparición del Otro. Una paciente de 4 años, antes de entrar al consultorio, le dice a su mamá: "¿Vas a estar acá cuando salga, no?" 

Podríamos decir no es, sin miedo/angustia, que nos constituimos.

Ahora, continuando con lo propuesto y tomando algunas conceptualizaciones de Freud en el texto Lo inconsciente podríamos pensar que cuando se refiere a las tres fases en la formación de una histeria de angustia ; la primer fase, donde hay surgimiento de angustia pero sin saber ante que, aunque  sospecha que se trata de una moción libidinal inconsciente que intenta acceder a la conciencia, lo podríamos homologar al momento de la irrupción de los miedos infantiles, que van cambiando de objeto metonímicamente. En la segunda fase es cuando para domeñar el desarrollo de angustia dice Freud, se dio un primer paso invistiendo una representación sustitutiva que por un lado se entrama con la representación rechazada, y por el otro se sustrae a la represión por el alejamiento de aquella. Es decir que esta contrainvestidura del sistema consciente ha llevado a la formación sustitutiva. Se produce un movimiento de la angustia al miedo ante el objeto de la fobia.

Entonces  la constitución de una fobia en la infancia creo que podemos pensarla como una respuesta, un trabajo sobre la angustia, un intento, fallido claro, de tratamiento de la misma. En Inhibición, síntoma y angustia Freud ubica la formación de la fobia, como una formación sustitutiva que una de las ventajas que tiene es que: "permite al yo suspender el desarrollo de angustia"  y dice que "la angustia de la fobia es facultativa",  ya que emerge sólo en presencia del objeto fóbico.

 El trabajo de la fobia de sustitución de, en este momento para Freud, el padre por el animal es lo que daría cuenta de un paso más en el tratamiento de la angustia y la posibilidad de comenzar a enmarcar el objeto de la angustia.

Lacan en el Seminario 4 sostiene que la fobia estructura el mundo del niño, sitúa un interior y exterior : ..."Hasta ese momento, el niño estaba, en suma, en el interior de su madre, acaba de ser rechazado, o se lo imagina, está angustiado y entonces, con ayuda de la fobia, instaura un nuevo orden del interior y del exterior, una serie de umbrales que se ponen a estructurar el mundo"...

En dicho Seminario; Lacan va a decir que con la salida del complejo de Edipo el niño tiene que dar un paso de lo imaginario a lo simbólico, que puede ocurrir sin que haya que constituir una fobia, o pasar por un análisis. Pero en el caso de Juanito, la carencia paterna y el encuentro con el pene real (pulsión) van a necesitar este rodeo. 

Colette Soler en un libro de 2006 toma dos casos conocidos del psicoanálisis de niños como son el “Caso Juanito” de Freud y el caso de “la pequeña Piggle” de Winnicott; establece algunas diferencias entre estos casos mencionando una que me parece nos ayudará a pensar en la línea que venimos desarrollando. Dice que Piggle no tiene fobias y que Juanito sí y además que con la fobia al caballo ha logrado transformar su angustia en síntoma. Piggle tiene pesadillas, no se quiere ir a acostar, no quiere dormir, sus noches son particularmente agitadas, no puede huir de sus pesadillas, ellas la persiguen.
En el mismo texto dice Soler: ..."La fobia, como elaboración sintomática de la angustia, alivia por el hecho de que la localiza desplazándola de su lugar de origen-a saber, el cara a cara con la madre- hacia un objeto más alejado, que se puede evitar. Es un gran beneficio para el sujeto."

Para concluir por un lado los miedos y las fobias, son instancias que los niños transitan en su camino hacia la constitución, generalmente se las arreglan para sortear estas disonancias, arreglarlas y seguir adelante. Pero cuando hacen tanto ruido que los padres no pueden transformarlas en música llegan al consultorio. Ante la carencia materna en ocasiones el padre puede actuar pero, si no es así, será el analista quien tenga que hacerlo y acompañar al sujeto en el armado de la composición musical. Sin olvidar que hay un resto imposible de acallar.



BIBLIOGRAFIÁ
-Freud, S.,  "Inhbición, síntoma y angustia" en Obras Completas, Amorrortu, Buenos Aires 1992, t.XX
-Freud, S., "Conferencia 32°.Angustia y vida pulsional" en Obras Completas, op.cit., t.XXII
-Freud, S., "Lo inconciente" en Obras Completas, op. cit., tXIV
-Lacan, J., El Seminario. Libro 4: "Las relaciones de objeto", Paidós, Buenos Aires 1994
-Lacan, J., El Seminario. Libro 10: "La angustia" , Paidos, Buenos Aires, 2006
-Lacan, J., El Seminario. Libro 11: "Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis", Paidós , Buenos Aires, 1984
-Soler, C., "Lo que Lacan dijo de las mujeres", Paidós, Buenos Aires, 2006



[1] el compás es el espacio en el que se escriben todas las notas de ese espacio musical y que representa la mínima parte de esa composición. Se limita por cada lado con una raya vertical.