* Clase presentada en el marco del 2º Curso de Postgrado: “El cuerpo en la Anorexia-Bulimia. Una apuesta analítica”, en el Hospital General de Agudos “Dr. T. Álvarez”, durante el año 2011.
Lic. Guido Beltrami
A modo de
introducción me pregunto: ¿Qué es lo primero que se escucha en relación al
término “anorexia”? Desde el discurso de los legos aparecen frases como: “no
come, come nada, está muy flaca, se ve gorda, tiene un cuerpo consumido”.
En la actualidad,
si tomamos como referencia el capítulo sobre anorexia mental del DSM-IV TR
encontramos en el discurso médico frases como: miedo a ganar peso, alteración
de la percepción del peso y de la silueta corporal, peso inferior al 85% del
esperable, conducta restrictiva o purgativa, además de presencia de amenorrea. Rápidamente
podemos advertir que se hace mucho hincapié en el concepto de trastorno de
conducta, en este caso alimentaria, pero también se da mucha importancia al
peso como variable a tener en cuenta, pero lo más llamativo es que en ninguna
parte del capítulo sobre anorexia, se hace mención a la palabra cuerpo y menos
que menos a la gran cantidad de actings corporales (sobre su cuerpo) que
realizan las pacientes, a saber: piercings, tatuajes, cortes, golpes, rayones,
raspaduras y quemaduras.
En la actualidad se
viene pensando a las anorexias desde diferentes modos de teorización dentro del
psicoanálisis, por ejemplo dentro de las patologías del acto, o las melancolías
del cuerpo, o como psicosis ordinarias o dentro de la clínica de la frustración
de amor.
Hoy me dispongo
a reflexionar respecto del cuerpo en la anorexia, dejando de lado el discurso médico,
e introduciendo así, la idea de un cuerpo singular que esconde en sí mismo a un
sujeto que padece mucho más de lo que dice.
Intentaré
decir al respecto, al respecto del cuerpo de una paciente llamada en la
actualidad, anoréxica. Es ahí que me surgieron algunos interrogantes: ¿Padece y
tiene sufrimiento? Si es así ¿de que padece? ¿Padece de su cuerpo? ¿O padece en
su cuerpo? ¿Qué lugar tiene su cuerpo? ¿Qué muestra y que oculta en su cuerpo?
¿Tiene este cuerpo alguna función?
Para
poder decir al respecto, no encontré otro camino mejor que ponerme a jugar con
el lenguaje, y en particular con ciertas palabras que me venían resonando hace
tiempo. Es así como terminaron condensadas en la siguiente frase:
“EL CUERPO DE UNA
PA(DE)CIENTE ANORÉXICA”
A
partir de esta frase, que da nombre al título de esta presentación, fui tomando
y alternando palabras y así se fueron desprendiendo otros significantes que
paso a comentar.
“Cuerpo-Paciente” (haciendo
hincapié en esta dualidad). Es como si fueran dos estados diferenciados y
opuestos. Esto lo observamos cuando las pacientes se presentan a la primera
entrevista y en su discurso vemos como se alienan en torno a un cuerpo físico, nutricional
y de variables numéricas como peso, calorías, ingestas así como también en
relación a variables imaginarias como espejo, volumen y ropa. Como si nada de
esto tuviera que ver con ella como paciente que consulta. Es alguien que se
desliga de ella misma, casi como si la cuestión pasara irremediablemente por
algo que es su cuerpo y que nada tuviera que ver con ella.
“Cuerpo padeciente” (Haciendo
hincapié en el verbo, un cuerpo que padece). Esta frase nos permite pensar la
compleja situación que viven estas pacientes. Hay un cuerpo que padece mucho y
una paciente que no está enterada de eso. Es evidente que hay un cuerpo que
aparece en primer plano, un cuerpo que sufre los avatares de la desnutrición
con un severo compromiso biológico, un cuerpo que muestra su degradación y casi
aniquilamiento. Sin embargo, al momento de la consulta, lo que menos se llega a
escuchar, por motus propio, es que digan algo respecto de una preocupación por
ese cuerpo maltrecho que viene siendo castigado por la pulsión de muerte. No
hay preocupación por el cuerpo biológico y tampoco refieren sufrimiento de
alguna zona en particular del cuerpo. Podernos decir, en principio, que la
preocupación solo está en relación con su peso y por la eficiencia en su
trabajo. El padecimiento aparece, sin que ellas lo sepan, expresado en el
cuerpo. Este cuerpo padeciente, este cuerpo que sufre aunque ellas no lo
sepan, es un cuerpo que se queda para si todo el malestar y oculta todo
sufrimiento, funciona como guardián del dolor, es decir, es un cuerpo que
padece por ellas.
“El cuerpo
de una anoréxica” (Haciendo hincapié en el sustantivo “Cuerpo”). Graciela
Sobral afirma que “La anoréxica se da a ver en su cuerpo”. Se puede agregar que
la paciente no sólo se da a ver en su cuerpo sino que, es en relación a ese
cuerpo, que la ubican y se ubica como anoréxica. Son las variables numéricas
como el peso, las calorías y las ingestas en relación a su cuerpo físico y nutricional
que determina cierto rótulo. Así se las cataloga, se las hace entrar en tal
clasificación. Desde la medicina, se las piensa como trastornos conductuales y como
alteraciones de la percepción corporal, sin priorizar otras variables en juego.
Y, cómo no iba a ser de otra manera, estas pacientes toman estos rótulos
conductuales y se encargan de reforzarlos. Es así como se llega a ver pululando
por internet, páginas y blogs “pro anorexia” (anaymia.com, proanaymia.com,
todoanaymia.com amigasanaymia.com). Allí se intercambian secretos, tips,
dietas, consejos para engañar a los médicos y familiares, hasta llegan a
relatar cómo son las carreras para bajar de peso. Casi podríamos decir que ese
cuerpo que observamos lo dice todo, algo hay detrás de ese cuerpito delgado,
aunque que sabemos que la paciente no va a decir nada, por el momento. Algo no
está bien y obviamente ellas no lo registran; y no hablo que no registran lo
obvio de la delgadez, sino que tampoco registran un sufrimiento subjetivo. Pero
me pregunto ¿cómo se ubican ellas mismas? ¿Cómo se identifican? Si son
pacientes que no ven a su cuerpo como realmente está ¿en relación a qué se
agrupan como anoréxicas? Para pensarlo, ¿No? ¿Cómo es que se nominan? ¿Cómo es
que llegan a presentarse como anoréxicas?
“Una paciente
anoréxica” (Haciendo hincapié en el sustantivo “paciente”). Ahora
bien, estamos entonces, frente a una situación clínica donde la paciente solo
quiere hablarnos de su peso. Del resto no se habla. No come porque se ve gorda
y quiere adelgazar, eso es todo al respecto. Las manifestaciones corporales son
vividas con cierta ajenidad y no suscitan asociaciones, no son metaforizables; es
decir, no se presentan al modo del síntoma histérico en sentido freudiano. Es
más, sería iatrogénico pensar en intentar convocarlas a hablar de su cuerpo
desnutrido cuando no lo registra como tal, e inclusive, se ve gorda. Las marcas
lesionales del cuerpo biológico no tienen categoría de representación. ¿Hay un
síntoma en relación al cuerpo? Anorexia, no es un síntoma, es decir, no es un
síntoma analítico. En todo caso, es una presentación clínica o una forma de
llegar a la consulta, que conlleva cierta sintomatología médica y conductual
pero que esconde, por lejos, mucho sufrimiento subjetivo. Esconde en ese cuerpo
cuánto le pesa su vida, esconde esa mochila pesada, a la que debe sacarle
algunos kilos de alguna u otra manera.
“Una padeciente
anoréxica” (Haciendo
hincapié en el sustantivo “padeciente”).
Los que trabajamos dentro del discurso del psicoanálisis, sabemos que a
la hora de disponernos a escuchar, debemos suponer que hay un cuerpo que
entrelaza lenguaje y sufrimiento. Esa es la premisa. Entonces, detrás de esta
presentación clínica tan singular, hay una paciente que padece, aunque no lo
demuestre. Estar advertidos de esto no es poca cosa, mucho más, sabiendo que a
veces los primeros encuentros nos confrontarán con la impotencia y la
desesperación. Pero si algo debemos considerar, es poder corrernos de ese lugar
al que nos convocan y no pretender hacer “furor curandis”, para luego si, poder
hacer nuestra apuesta, aclaramos de índole analítica, apuesta que tendrá como
eje una escucha y posición analítica enmarcada dentro de un hospital general y con
tiempos institucionales limitados. Es de este modo que nos dispondremos a
escuchar a padecientes que llegan a la consulta ya sean derivadas y
diagnosticadas como anorexias, o cuando nos llegan vía demanda espontánea
pacientes que se autodefinen anoréxicas.
La apuesta analítica
¿Cuál es
nuestra apuesta analítica? ¿Cuál es nuestra posición como analistas?
Bejla Goldman dice
que “la conducción de la cura no está por fuera de invitar al que padece, a
poner en palabras a lo que el cuerpo aprisiona, lo que el cuerpo esconde. Es el
lenguaje el que recorta al cuerpo sufriente. Entonces son las palabras
sufrientes las que deberán ser liberadas. Las palabras se insertan en el
cuerpo, debiendo desanudarlas de la metáfora sufriente si develáramos su enigma”.
La propuesta es
ofrecer una escucha, que apuesta a un pasaje de una boca restringida a una boca
ávida de poner palabras al sufrimiento, intercambiar goce por significante.
Pasar del hacer en tanto actuar sus crisis, al decir, a poder poner en palabras
su padecimiento psíquico. ¡Hay cosas por decir! Que pueda dejar de presentarse con
una apoyatura enajenada en el cuerpo y que pueda despertar algo del amor al
saber inconsciente. Quizás es mucho pedir, pero en el camino algo puede ir
perdiendo peso, algo puede ir cediendo, y alguna pregunta puede advenir. Deberemos
transitar hasta que algo de un deseo de querer saber pueda alojarse allí. Para
que en algún momento pueda pasar del “soy anoréxica” a un ¿qué me pasa? ¿Por
qué no estoy comiendo? ¿Por qué me pasa la que me pasa?
La dirección de
la cura implica también poder maniobrar en la clínica para que se pueda ir
dando, en acto, una invitación, a poner palabras de otra manera, no tan apoyada
en lo nutricional o físico, donde solo hay un cuerpo gozoso, avanzando por el
camino de la desalienación, para que algo del deseo pueda empezar a despuntar.
Graciela
Sobral, en su libro “Madres, anorexia y femineidad” comenta: “El lugar del
analista es el de ser soporte de la transferencia, lugar privilegiado para que
se posibiliten reanudamientos en relación al cuerpo. Para ello será necesario intervenciones
por parte del analista, no exclusivamente en el nivel de lo simbólico; es
decir, no se trata sólo de un desciframiento sino del armado de una trama
representacional que posibilite la construcción de un relato. Siempre estarán
presentes tres dimensiones: el cuerpo real, ligado al cuerpo biológico y a la
pulsión; el cuerpo imaginario, que otorga unidad; y el cuerpo simbólico, que se
presta a la escritura de los significantes que retornan de lo reprimido”.
¿La anorexia es un síntoma? ¿O una manera de enfrentar
la angustia?
¿De qué
hablamos cuando hablamos de anorexia? De ¿Falta de apetito y negación a comer? ¿De
eso se trata la anorexia? Clasificarla como un trastorno de conducta
alimentaria no nos dice mucho acerca del padecimiento del sujeto.
Es fundamental pensar
si el término anorexia es un concepto válido para nuestra clínica. Para
nosotros analistas, ¿tiene sentido identificar un sujeto a su síntoma? Gerard
Pommier en una disertación en el CENARESO en el año 2002 comentó: Cuando decimos
el alcohólico, el insomne (Yo agrego anoréxica), la etiqueta es sólo un llamado
a la reflexión, a fin de entender porque un sujeto demanda en razón de que no
duerme, y en nuestro caso, que no come. El
paciente que deja de comer quiere tan solo calmar su angustia y es solo un
recurso más que concierne tanto a la neurosis, la psicosis o la perversión. Concluye
Pommier, “…hay pocas razones para emplear este término particular para designar
lo que no es una enfermedad sino una manera de enfrentar la angustia. Es solo
un término que tapa un problema y da una buena justificación a la existencia de
centros especializados.
Sabemos que su
discurso inicial es inconmovible, y la clínica nos evidencia una singular
dificultad en la instalación de la transferencia, pero nuestra apuesta es que
el sujeto pueda incluirse en sus decires. Lucharemos a capa y espada frente al
rechazo al saber del analizante, esto sin duda lo haremos con nuestra bandera
de que detrás de un cuerpo hay una dimensión inconsciente que nos abrirá un
mundo más cercano al sufrimiento real del paciente.
Un logro
importante sería que en algún momento el paciente pueda advertirse que su
angustia no está ligada con “la comida”. Si algo de esto se pone en juego
habremos ganado algún round en esta pelea contra un exceso de goce difícil de disminuir.
Como el cuerpo
es el vehículo que anuda su queja, hace de él su medio, a tal punto que abusa
de él, al mismo modo que una adicción. El cuerpo termina silenciando lo que hay
para decir.
Me quedo con
unas líneas del libro de Marcelo Hekier. El dice que etimológicamente “adicto”
significa esclavo, y que también significa “lo no-dicho”, y es desde esta
última acepción que se sostiene nuestra práctica analítica”. Lo no dicho del
sujeto se vincula al peculiar modo de presentación clínica. La idea es
prescindir de una clínica centrada en el objeto-comida, y pensarla mejor desde
la dimensión del acto, de la compulsión-impulsión y lo que esto conlleva. Una
dimensión del acto impulsivo, o crisis, deja por fuera, excluye la dimensión
discursiva o todo lo que tiene para decir. Cuando se infiltra la angustia hay
irrupciones de la pulsión. El modo de padecimiento anoréxico es gozar de su
propia imagen y consumirse a sí misma.
Bibliografía:
Pommier,
Gerard. “Toxicomanías: pulsión e inhibición”. Cuadernillo de la EFA.. 2002.
Hekier, Marcelo. “Anorexia-Bulimia: Deseo de nada”. Paidos. 2005.
Rabinovich, Diana: “Una clínica de la pulsión: Las impulsiones”. Manantial. 1985.
Goldman, Bejla: “Anorexia y bulimia. Un nuevo padecer.” Lugar Editorial. 2000.
Sobral, Graciela. “Madres, anorexia y feminidad”. Filigrana. 2011.
Mato, Liliana. “Anorexia: cuerpo, transferencia y lenguaje”. Imago Nº 107. Marzo 2007
Hekier, Marcelo. “Anorexia-Bulimia: Deseo de nada”. Paidos. 2005.
Rabinovich, Diana: “Una clínica de la pulsión: Las impulsiones”. Manantial. 1985.
Goldman, Bejla: “Anorexia y bulimia. Un nuevo padecer.” Lugar Editorial. 2000.
Sobral, Graciela. “Madres, anorexia y feminidad”. Filigrana. 2011.
Mato, Liliana. “Anorexia: cuerpo, transferencia y lenguaje”. Imago Nº 107. Marzo 2007