*Trabajo elaborado en el espacio de lectura del Equipo de Niños del Hospital Alvarez. (Agosto 2012)
Coordinacion: Lic. Laura Diaz
Lic. Jazmín Fischer
Lic. Jimena Leibovich
Lic. Mariana Pineda
Lic. Agustina Pissinis
Lic. Marcela Ana Rodriguez
Lic. Jacqueline Schniper
Lic. Libertad Schweighofer
Lic. Belén Tarulli
Lic. Matías Trucco
Lic. Jazmín Fischer
Lic. Jimena Leibovich
Lic. Mariana Pineda
Lic. Agustina Pissinis
Lic. Marcela Ana Rodriguez
Lic. Jacqueline Schniper
Lic. Libertad Schweighofer
Lic. Belén Tarulli
Lic. Matías Trucco
El texto de Silvina Gamsie -“Jugadora
de Niños”- en una primera instancia pareciera ser sencillo y de fácil
comprensión, cuando en realidad -si se realizan lecturas posteriores- uno se
percata de que hay allí una cantidad importante de ideas condensadas en
pequeñas oraciones; ideas que están en su mayoría en relación a ciertos ejes
que atraviesan todo el escrito y que hemos podido recortar a lo largo de los
encuentros, puntuando, pensando y articulando lo extraído.
De éste modo, y en función
de lo trabajado en relación a la clínica con niños, uno podría pensar que es
necesario e indispensable atender en todo momento a los siguientes puntos:
-
La Formación del Analista;
-
La Posición del analista;
-
El estatuto del juego.
En cuanto al primer punto,
sabemos la importancia que tiene en nuestra profesión el hecho de supervisar
nuestro trabajo con motivo de pensar no sólo la dirección de una cura de un caso
determinado -de pensar cierta lógica del caso- sino también lo que respecta a nuestra posición y el lugar
desde el cual intervenimos.
También sabemos que la
formación del analista implica que éste se analice a su vez, dado que es sólo a
través del esfuerzo que conlleva un análisis que alguien puede acceder a
ciertas coordenadas de lo que sería el funcionamiento de una lógica
inconsciente.
Y no nos podemos olvidar de
la importancia que tiene para un analista el hecho de mantenerse en una permanente
actividad de formación continua desde el pensar, el leer, el escribir, etc.,
fundamentalmente en relación a la propia práctica clínica.
Respecto del segundo punto,
¿Qué implica la posición de un analista en la clínica con niños? Como bien
sabemos, la posición de un analista apunta al sostén de cierta “Ignorancia”, de
cierto lugar de no saber dado que en la medida en que el analista no sabe, es
que puede acceder a esa posición de escucha tan particular.
Siguiendo a Silvina Gamsie,
en lo que respecta a la clínica con niños, existe una doble dimensión de
escucha que implica por un lado poder atender al relato que los padres hacen de
su historia y del niño, mientras que por otro, implica poder ubicar qué de ese
relato se pone en juego en el juego del niño -con la importancia que esto
conlleva en la medida en que de ese modo es que se puede extraer algo de lo que
de discurso y goce parental se ha colado en la subjetividad de ese niño-.
El analista debe poder
incluirse en la escena. Debe ser capaz de prestarse al juego del niño, causando
–desde una posición de deseo- la escena lúdica y posibilitando con ello cierto
tratamiento de lo pulsional, ya que la modalidad que toma la transferencia en
la clínica con niños es el juego mismo, en tanto que el niño es un sujeto en
vías de constitución; por lo que la transferencia no va a estar en relación al
amor al saber supuesto a un sujeto
En relación a lo anterior,
la autora mencionada destaca también la importancia de cierta prohibición que
tiene que operar para el analista en su posición, debiendo el goce del analista quedar por fuera de la escena
lúdica ya que puede irrumpir como un real –del mismo modo que cuando hace su
intromisión algo del orden del goce parental-
rompiendo la escena de juego.
Asimismo, no se trata de
efectuar interpretaciones del juego que el niño despliega, dado que eso
implicaría también una suerte de intromisión de algo que debe quedar por fuera
para que la escena lúdica pueda constituirse.
Un analista de niños en
posición de tal es aquél que se autoriza para jugar y logra no intervenir desde
su propia fantasmática. Sin embargo, no se trata de jugar ni a cualquier juego
ni a cualquier cosa. Se trata de que el analista pueda escuchar, leer, lo que
se despliega en el juego del niño y a eso puede acceder solamente poniendo el
cuerpo y su deseo –no el goce- al servicio del juego del niño.
En este sentido, un
analista de niños se hace y se forma en el mismo momento en el que puede jugar
el juego al cual es invitado a incluirse, pudiendo dejar de lado modalidades
propias de goce y marco fantasmático, para poder ubicar lo más propio del juego
de ese niño en particular.
En cuanto al estatuto del
juego cabe señalar que, para que haya juego, es preciso que quede por fuera cierto real –tanto el goce
del analista como el goce parental-, dado que sólo en la medida en que algo de
ese goce todo se instaura como perdido es que se puede pensar en un sujeto
barrado, en un sujeto deseante. Por lo que es en el juego mismo donde se
constituye el sujeto. La apuesta del juego, es una apuesta a la creación de un
sujeto.
La verdad de los padres –la
verdad de la falta de objeto- tiene que poder quedar por fuera para evitar que
el niño ocupe el lugar de ese objeto que falta al Otro.
De este modo, se tiene que poner en juego cierta falta para que la
escena lúdica tenga lugar. Se trata de poder evitar que el niño intente
colmar esa falta con su propio cuerpo, haciéndose para los padres un objeto del
cual poder gozar; es decir, es regla fundamental para que exista el juego que
el riesgo de poder pasar a ocupar ese lugar –en lo que refiere a ese punto de
verdad del goce parental- quede excluido
de la escena lúdica; la satisfacción propia que conlleva el juego está en
relación justamente a la exclusión de un real.
¿Cuál es la importancia del
juego en el análisis con niños? La importancia radica en que el juego es
discurso; un texto a ser leído y escuchado que permite montar una escena sobre
la cual el niño podrá desplegar lo más propio. Otorga al niño la posibilidad de
que en la escena se instituya un sujeto capaz de ser reconocido en cuanto tal,
en cuanto deseante, corriéndolo de ese lugar de objeto para el goce del Otro.
El juego permite
metaforizar, es decir, hacer un uso del orden y los recursos simbólicos para
poder ir construyendo un fantasma particular –con la importancia que tiene la
función del fantasma en cuanto marco de la realidad y velo de lo real- que le
brindará un punto de referencia; las herramientas para poder ir afrontando los
diversos sucesos que tendrán lugar a lo largo de su vida y la construcción de
los cimientos de un lugar posible para ocupar en cuanto sujeto.
Para el niño, en cuanto sujeto en constitución, la vida es posible en
tanto juego.