* Trabajo presentado en la 2º Jornada Anual: “La clínica con niños
en el Hospital. La infancia en los márgenes”. Equipo
de Niños - Servicio de Salud Mental - Hospital Álvarez. 26 de Octubre de 2013.
Lic.
Guido Beltrami
Les
propongo pensar esta presentación al estilo de un “intercambio de avatares que
se dan en la práctica psicoanalítica con niños”.
Este
escrito no es la presentación de un caso clínico, ni tampoco un trabajo teórico,
sino más bien, la muestra y posterior reflexión de lo que implicó concluir varios
tratamientos con niñas y niños en un tiempo relativamente corto; un concluir
que partió desde el interés propio del analista y que tuvo algunas idas y
vueltas en los meses previos al último encuentro con cada niño.
La idea es
trasmitir parte del recorrido que transité como consecuencia de tener que
interrumpir mi práctica como analista tanto en el Hospital Álvarez como en mi
consultorio en la Ciudad de Buenos Aires. El motivo era que me radicaría en la
ciudad de San Carlos de Bariloche y por su lejanía, me era imposible sostener
los tratamientos de mis pacientes.
Frente al
hecho de tener un límite concreto de tiempo para la conclusión de los
tratamientos de mis pacientes (faltaban solo 4 meses para el traslado) me
encontré rápidamente con unas serie de interrogantes, que algunos han sido
respondidos pero que otros los dejo plasmados para quizás en otro momento retomarlos.
¿Se pueden
pensar criterios de conclusión ligados a la ida del analista? ¿Habría que considerar
la conclusión pautada de cada tratamiento? ¿Cómo y cuándo compartir la noticia
con cada paciente? ¿Debía compartir con cada niño/a mi decisión personal de
elegir vivir en otra ciudad? ¿Qué pasa cuando algo del deseo de la propia
persona del analista entra en juego en la transferencia e interrumpe la
continuidad del análisis?
A
continuación voy a tomar solo dos significaciones posibles de la frase “deseo
del analista”:
1)
Para Lacan el deseo del analista es el que especifica la transferencia, es
un deseo de nada porque no le demanda al sujeto. El analista no desea nada en
particular porque esta puesto en el lugar de objeto. Por eso se dice que el
analista tiene un deseo pero no es un sujeto deseante. El deseo del analista es
el deseo que todo el tiempo relanza el discurso-juego del sujeto, al que le
plantea como incógnita esa falta de demanda. Al paciente se le arma una
incógnita por que tiene un Otro barrado ahí en posición de analista, como
semblante de objeto que no le demanda nada.
2) La segunda significación es la más coloquial y
es la del deseo del analista como deseo de la persona que encarna a ese
analista, ya no como sujeto supuesto al saber, sino donde la vida propia del
analista entra en juego. Es el analista como persona el que elije empezar un
nuevo camino y radicarse en otra ciudad. Algo que afectará el devenir de los análisis.
Lo primero
que surgió fue la necesidad de fijar un límite de tiempo al análisis de cada
niño/a. Fijar un límite temporal para que algo pueda empezar a manifestarse y
en el mejor de los casos a elaborarse. En los primeros comentarios a las niñas
y niños, sostuve el hecho que en un tiempo próximo de 4 meses íbamos a dejar de
vernos porque no iba a vivir más en Buenos Aires. Algunos niños no lo registraron
en ese momento, por lo que hube de introducirlo luego en relación al juego,
otras niñas y niños querían saber el porqué a toda costa, y otros se
angustiaban, se enojaban o se ponían tristes. La idea era ir hablando de ello a
medida que fueran preguntando y queriendo saber.
Ahora bien,
¿Qué decirles frente a las preguntas porque, a donde, con quien? Suponía que
cuando empezará a responderles, la posición de analista como objeto de la
transferencia iba a virar hacia el lugar de sujeto deseante, algo de lo que
siempre fuimos advertidos de no hacer. ¿Pero debía evitar (en esta situación tan
particular) dar razones que tengan que ver con el deseo propio del analista?
Pensando en
situaciones más o menos similares donde algo del deseo de la persona del
analista se pone en juego en la transferencia, encontramos las licencias que se
toma el analista por vacaciones, las interrupciones por embarazo, las
cancelaciones por enfermedad o cuestiones personales, por viajes o congresos.
Todas son situaciones breves que pueden o no, afectar la transferencia. Incluso
el hecho que el analista deje de trabajar en un hospital, institución u obra
social, deja abierta la posibilidad de la continuidad en otro ámbito. A su vez,
tampoco es necesario dar muchas explicaciones al respecto ya que son eventos
esperables, de corta duración y que, dependiendo de la transferencia que haya en
juego, dejan la posibilidad de la continuación tras el evento acontecido.
Sin
embargo, a diferencia de todas ellas, el hecho del traslado a otra provincia deja
en claro que lo que se venía dando en el análisis no podrá continuar, no hay
posibilidad de esperar un tiempo hasta que vuelva el analista de vacaciones, ni
viajar un poco más lejos a su consultorio, etc. Solo es el final del análisis para
cada uno de los niños en tratamiento.
Los últimos
meses de mi práctica en Buenos Aires fueron de una altísima experiencia
personal y profesional a través de la cual aprendí y viví de una manera mucho
más intensa, cercana y frecuente la transferencia con los pacientes. Lo especial
de esta situación es que debía concluir de la mejor manera posible el análisis
de cada uno de los niños y niñas que estaban en tratamiento, cada uno con su
recorrido y singularidad. Fue un concluir muy artesanal, y me dispuse a
trabajar con lo que se iba desplegando sesión a sesión.
El final
anunciado venia a agitar la transferencia, momento sensible tanto para los
niños como para el analista. ¿Pero qué responder a las preguntas de las niñas y
niños que llevaban a dar explicaciones más personales?
Todas las
respuestas fueron contadas a modo de cuento infantil, con la mayor
verosimilitud posible e intentando hacer trama y poner palabras y sentido a la
ida del analista. Dar sentido apoyándome en la palabra, el juego, los dibujos,
la escritura, las imágenes, o cualquier otro recurso que permitiera
contrarrestar la posible sensación de abandono.
Al
reflexionar respecto a un posible “concluir de un tratamiento” en este
contexto, mis intervenciones apuntaron a lograr un relato envolvente y afectivo
sin ser demasiado directo, con la idea de ayudarlos a elaborar esta situación
de la manera más ficcional posible. Historizando en muchos casos todo lo que
habíamos hecho y a cuantas cosas habíamos jugado.
Cuando el enojo
era muy intenso en alguno de los niños, el cuento/relato se apoyaba más en que
era una elección más forzada que deseante por parte del analista. En todo este
tiempo de entrevistas, armamos calendarios con fotos, escribíamos en el diario íntimo,
dibujábamos y nos regalábamos los dibujos, nos escribimos cartas, o armamos un
librito donde describíamos todo lo que habíamos hecho juntos, hasta nos
pasábamos nuestros datos por si alguna vez queríamos ponernos en contacto. Con
la mayoría de ellos hicimos una pequeña despedida donde cada niño podía traer
lo que quisiera; algunos trajeron para hacer picnic, otros trajeron dibujos
hechos en su casa como regalo, otro quiso despedirse jugando la final del
campeonato mundial de ping-pong, otro quiso leer juntos el final del tercer
libro de Harry Potter, otro me llamo un sábado y quiso pasar a darme un regalo,
y con otros niños nos escribimos cartas manuscritas o emails.
Se necesita
un tiempo de despliegue, no hay posibilidad de que esto sea inmediatamente
realizado, pero no solo necesita tiempo sino que haya alguien que quiera
acompañarlo en la dimensión de lo amigable, alguien que se juegue escuchando su
tristeza y recibiendo ese enojo las veces que sea necesario.