EL PSICOANÁLISIS: UN LUGAR POSIBLE EN EL ÁMBITO ESCOLAR.

Lic. Crescente Mariela
Lic. Di Salvo Carolina

*Trabajo presentado en la 2º Jornada del Equipo de Niños del Hospital Álvarez: “La Infancia en los Márgenes” (2013). 

Lacan en la página 317 de sus Escritos dice: “Un psicoanálisis  […] es la cura que se espera de un psicoanalista”. El psicoanálisis es diferente a una psicoterapia. ¿Qué es aquello particular qué hace diferencia entre el discurso del analista con los demás discursos?  Más adelante en la página 833 dirá que “[…] es el deseo del analista el que en último término opera en el psicoanálisis”. Es el deseo del analista como lugar vacío el que podrá alojar al sujeto dividiéndolo.

En las siguientes viñetas  queremos mostrar algo del entrecruzamiento de los  discursos médico, analítico y escolar en el trabajo con niños en nivel inicial. Nuestra apuesta apunta a realizar intervenciones desde esta otra posición diferente a la normativa  del sistema escolar,  aún estando inmersas en él.        

De un niño que no sea un muerto

Ramón viene acompañado de algunos discursos que lo anteceden incluso al nacimiento. Durante el embarazo a la madre le informan de una mala formación en el embrión. Los pronósticos eran desfavorables, esperaban la muerte del niño o un niño gravemente afectado. Al nacer nuevos diagnósticos se plasmaron en el certificado de discapacidad de Ramón: “ECNE (Encefalopatía Crónica no Evolutiva), Hemiparesia, Trastorno Generalizado del Desarrollo”. Entre otros.

Cuando lo conozco  en el contexto de la integración escolar Ramón no hablaba, no jugaba, no buscaba interactuar con los demás. Actualmente tiene cuatro años. Si bien su situación actual es muy diferente a la de un año atrás aún no controla esfínteres y esto es un tema preocupante para los padres y maestras. Según el discurso médico: “Hasta los seis años se puede esperar que lo haga”. Me pregunto ¿hasta los seis años se puede esperar? y ¿después qué?  ¿Después no se puede seguir esperando? ¿Se espera algo de este niño? Ramón aparece en el discurso del Otro como puro organismo a ser estudiado, inspeccionado, diagnosticado. ¿Se podrá  libidinizar un cuerpo allí? ¿Se podrán ir agujereando  zonas erógenas en un cuerpo que aparece tan biológicamente dañado, tan aplastado por diagnósticos apabullantes? 

En el momento de ir al baño, Ramón, quiere ir con sus compañeros. A pesar que él tiene pañales, se interesa por ver lo que ellos hacen allí. Cabe aclarar que sus compañeros que no controlan esfínteres se quedan aguardando en la sala. Sin embargo,  decido tomar su curiosidad (deseo) y ponerla/o a jugar. Entonces pasa al baño, se sienta en el inodoro, tira la cadena y saluda al pis. Cuando sale se pone feliz, con las maestras lo aplaudimos “Bravo Ramón” y él salta y (se) aplaude. Acordamos con la maestra y la auxiliar sostener este juego. Apostando a que algo sea posible.

Ramón se mira en el rostro del Otro como en un espejo y la mirada de aprobación que recibe seguramente sea diferente a las recibidas desde su llegada al mundo. Un Otro que no ve a Ramón en su déficit  sino a un niño con ganas de jugar.

Por otro lado, en una supervisión se sentencia: “Es de locos que se siente en el inodoro con los pantalones puestos y qué salude al pis”. Pero yo pienso que “es de niños” jugar a hacer de cuenta qué y desde allí dirijo mis intervenciones.

A los pocos meses la maestra auxiliar nos avisa que el pañal de Ramón está seco al final de la jornada. Ramón comenzó a retener el pis. Ya no se le desborda como antes cuando se escuchaba qué “Ramón es un niño muy grande, ya no hay pañal que aguante”.

Ramón comienza a pedir hacer pis. Lo real del cuerpo se comienza a intrincar con lo simbólico del juego y la palabra. Se lo acompaña, se lo ayuda, se lo espera y…el pis sale. Al finalizar aplaudimos, festejamos, nos alegramos juntos. Entendemos que el control de esfínteres es un proceso con avatares al que a cada niño le lleva su tiempo. Tal vez lo importante es que algo de la vida insiste nuevamente en inscribirse en este niño al que se lo esperaba muerto.

La  construcción de un  lugar posible

Transcurría el mes de agosto cuando me convocan para realizar la integración escolar con Lucas quien se  encontraba realizando permanencia en salita de tres años, en un jardín perteneciente a una escuela pública de Capital Federal. La coordinadora del centro de integración me cuenta que el niño  tiene cuatro años, y ha sido diagnosticado como TGD (Trastorno Generalizado del Desarrollo). Por pedido de los padres y por cuestiones que fue observando ella han decidido realizar un cambio de maestra integradora. “La situación es caótica” me dice, y pronto comprobaría que tenía razón.

En mi primer encuentro con Lucas, él se encontraba en el arenero, juntando la basura. La maestra refiere que esto es normal “cosa de todos los días”, y era cierto. El niño corría por todo el jardín, tirando todos los tachos de basura que encontraba en el camino, gritando, pegándoles a sus compañeros y a su docente, las escenas eran verdaderamente desbordantes. No sólo desbordaban a Lucas, sino también a las maestras y directivos. Lo nombraban “el loquito”, frente a las situaciones de agresividad se quedaban mirando azorados. Dado este panorama decido intervenir, en primer lugar conteniéndolo, y explicando a los adultos  que primeramente sería necesario armar un lugar por fuera del aula para que luego, de a poco Lucas pueda entrar. Al principio no estaban de acuerdo con mis intervenciones, que eran objetadas en numerosas ocasiones. Esto me causaba mucho enojo, hasta furia podría decir, la misma que debería sentir el niño…

Con el objeto de cumplir con ciertos objetivos curriculares, y que se “integre”, se le exigían cosas que lo desbordaban cada vez más, y lo dejaban afuera, desintegrado. Era necesario, poner un límite, en el sentido de poder pensar en lo mejor para Lucas, en su propio tiempo. Decido apostar al sujeto, a que algo de este niño pueda aparecer en juego, es por eso que era hora de comenzar a jugar…

En lugar de  tirar la basura, se me ocurre llevarle unas bolsitas para juntar las hojas de los árboles cuando íbamos al arenero, “Para ayudar a la señora que limpiaba el jardín”, con quien Lucas tenía una relación muy afectuosa. El niño acepta gustoso, juntos limpiamos el arenero, una y otra vez, esto lo tranquiliza. Le presto palabras, intento darle un marco a eso que antes se tornaba incontrolable y enloquecedor. Luego de unos días se me ocurre llevar a Pedro, un oso de peluche a quien le presento como un amigo, es a través de este oso  que comenzamos a jugar, a bañarlo, a armarle una casita en el arenero. Descubro que a Lucas le fascina la música, cuando está un poco nervioso cantamos canciones creadas un poco por mí y un poco por é. De a poco comenzamos a entrar a la salita, y compartir algunas actividades con sus compañeritos y por supuesto con Pedro. El oso se va con él a la casa y vuelve al otro día, ni bien llega al jardín me cuenta que hicieron juntos. Alguna historia comienza a ser contada y posibles espacios-tiempos comienzan a construirse. Se me ocurre decirle que los fines de semana me lo voy a llevar yo, a veces se lo va a llevar él y a veces yo. La espera para Lucas es bastante intolerable, un poco enojado acepta la propuesta.

Los directivos del colegio me invitan a una supervisión, comienzan a integrarme, de a poco podemos comenzar a hablar mejor, podemos comenzar a escucharnos…esto actúa en forma beneficiosa en el trabajo diario con el niño.

El último día de clases los padres estaban invitados a una merienda, se lo nota a Lucas muy contento realizando una actividad con su mamá. Al momento de despedirnos le doy un beso, y él se guarda en la mochila a Pedro, le digo que los voy a extrañar. Al minuto vuelve corriendo con el oso en la mano y para mi sorpresa me dice “No te preocupes Mariela, está vez te toca a vos”.

A modo de conclusión

En el Diccionario de la Real Academia Española “margen” es: “Espacio en blanco que queda entre los bordes de una página y el texto escrito”.  En relación a esto podemos pensar que en un comienzo estos niños se encontraban de alguna manera en un margen. Son nombrados por el discurso médico, por el discurso escolar como el “loquito”, el “enfermo” quedando al margen del lugar de niño y por lo tanto del lugar de alumno. Estas miradas anticipan un lugar que coagula la posibilidad de que un cuestionamiento que apueste al sujeto aparezca en juego. Es allí donde nosotras como analistas marcamos una diferencia. Nos abstenemos de colocar nombres apostando a construir otro lugar posible por la vía del deseo.

“   … lo más importante es justamente este momento en que el niño emerge de la pregunta. Este momento en que el niño mismo como sujeto el que emerge y se encuentra “en perspectiva”, es decir se ubica respecto del uso de la palabra, del lenguaje, del significante…”  [1]

Nuestra apuesta fue a que algo de lo real comience a entramarse con lo simbólico. En el caso de Lucas ya no era lo incontrolable de tirar la basura y juntarla sino enmarcarlo en un juego “jugamos a que limpiamos el jardín”.  El cuerpo de Ramón comenzó a tener otra significación,  dejó de ser un mero objeto de estudio del Otro para comenzar a subjetivarse.

Norma Bruner tomando una cita de Lacan del Seminario RSI dice que para que el nudo se haga el niño debe aprehender algo. Al respecto ella agrega que: “Para que se haga el anudamiento borromeo entre lo real orgánico, los significantes primordiales y sus leyes y las funciones imaginarias del yo, el niño debe aprehender a jugar”.[2]

Apostamos al juego para que lo Simbólico, lo Imaginario y lo Real comiencen a anudarse. Entendemos, entonces, que el juego no es algo innato en el niño sino que se da a partir del deseo del Otro de que el niño juegue. Un deseo sostenido que habilite el jugar,  como modo de velar lo real y simbolizar los significantes en los cuales ese niño se encuentra  representado.


Bibliografía:
Jacques Lacan, Escritos 1, Buenos Aires, Siglo XXI, 2008
-Escritos 2, Buenos Aires, Siglo XXI, 2008      
Philippe Lacadée, “¿Qué es un niño?” Resonancias de la interpretación. Modalidades Clínicas. Centro Pequeño Hans, Atuel, 1996                 
Norma Bruner, El juego en los límites. El psicoanálisis en la clínica de problemas en el desarrollo infantil, Eudeba, 2012






[1] Philippe Lacadée, “¿Qué es un niño?” Resonancias de la interpretación. Modalidades Clínicas. Centro Pequeño Hans, Atuel, 1996. Pág. 140                

[2] Norma Bruner, El juego en los límites. El psicoanálisis en la clínica de problemas en el desarrollo infantil, Eudeba, 2012