Dra. Sara Wajnsztejn
*Trabajo presentado en la 2º Jornada del Equipo de
Niños del Hospital Álvarez: “La Infancia en los Márgenes” (2013).
El nombre de esta jornada me confrontó
con una agradable paradoja: el testimonio de un grupo de analistas sobre
aquello que queda segregado en los tiempos del DSM V, cuyo intento
clasificatorio hace que nadie quede afuera.
En éste cualquier conjunto de
síntomas tiene un nombre que puede ser incluido en una clasificación.
“Clasificar es esencial para el progreso científico en
cualquier disciplina”. (1)
Clasificar es un fenómeno de nuestra
época.
Es una técnica que se guía por lo
aparente, y agrupa en una serie a los fenómenos que objetiva. El DSM se ha
convertido en el respaldo clasificatorio, y casi en un tratado de
psicopatología que define diagnósticos y etiologías.
Una clasificación se funda en una
selección de datos donde hay un abrochamiento unívoco entre un hecho y su
significado. El dato clínico no requiere desciframiento, sino que es signo de
una información.
El logro clasificatorio es la
inclusión en una serie de la cual cada ejemplar es una parte. En este sentido una medicación indicada por
un neurólogo, tal como lo relata Nahir Segelschiffer en “Crisis de ausencia” resolvería en parte el padecimiento, lo cual
no es un dato menor.
Pero el trastorno no requeriría desciframiento ni interpretación; de lo que se
trata es de eliminarlo.
Recordemos que evaluar y diagnosticar no es suficiente para
transformar,
cuestión que se evidencia en las preguntas que se hace Nahir cuando escucha a
Alejandro, más allá del diagnóstico médico, que la llevan a hacer un juego de
palabras con las “crisis de ausencia”.
Los síntomas que se le presentan a un
analista, cualesquiera que sean, son el testimonio de las insuficiencias de una
solución estándar. Algo que según el niño, los padres o las instituciones que habitualmente
los alojan -o bien debieran hacerlo-, “no va bien”.
Es en este sentido que decimos que
sólo hay verdades particulares para
responder al malestar de la civilización.
Cuestión que fue puesta de manifiesto en las diferentes
presentaciones bajo la forma del abuso infantil, niños con patologías
orgánicas, objeto de la segregación de sus pares, segregación escolar, niños atrapados por el discurso médico, etc.
Es innegable que hoy el tema de la segregación está presente en todas
partes, sin embargo en 1967 esto no era así, cuando en la Proposición del 9 de octubre, Lacan planteó “…la expansión cada vez más dura de los procesos de segregación”.
Lacan hace de la segregación, una
consecuencia inevitable de lo que llamamos la universalización introducida por la ciencia en la civilización.
Es una tesis simple y contundente: la segregación como efecto, como
consecuencia de la universalización. (2)
Esta universalización, hoy puesta a
punto en el DSM V, trata de hacer funcionar un “para todos”, lo cual implica, la
supresión de las diferencias.
Las diferencias que nos importan son,
las que se evidencian a nivel del deseo y del goce. La universalización que
podemos considerar científica consiste en reducir, en homogeneizar, los modos
de goce de la civilización.
Que la civilización ordene el goce,
no es nuevo, siempre ha sido así, pero hubo otras civilizaciones en que los
modos de goce se regularon por otras vías. Eso que Lacan llamó “el significante amo” cumplía esta
función. (3)
La civilización científica ha
producido una fragmentación del mismo, lo cual no ha sido sin consecuencias.
¿Cómo se trataban las diferencias
bajo el significante amo? Colette Soler propone una distinción entre segregación y discriminación. Hay sociedades discriminatorias, pero no
segregativas.
La sociedad del Antiguo Régimen, tal como lo describe P. Ariès, era absolutamente discriminatoria y fundada en el derecho
divino. Ese derecho sólo puede fundarse en el significante amo. Sin embargo, no
era una sociedad segregativa, todos vivían juntos, no sólo en el mismo barrio,
incluso bajo el mismo techo.
En los apuntes de Heroard, el médico
de la Corte, se ve claramente como el
Delfín, jugaba con los pajes, los soldados y diferentes personajes con
quienes compartía su vida dentro de la corte.
Cuando el significante amo es
potente, permite en última instancia, tratar las diferencias de goce, que implica otras diferencias, pero sin
segregación.
La universalización no pasa por el
significante amo, pasa por lo que hoy llamamos el mercado. El mercado no responde a la obligación de proliferación de
los valores y de los ideales; su deber consiste en gestionar los medios
económicos.
Esto desemboca en el agrupamiento en zonas de
gente que vive según el mismo modelo: las mismas casas, los mismos objetos, la
misma ropa, etc.
Es así que se tratan las diferencias
recurriendo a una gestión que se podría llamar “espacial”. (4) La
solución pasa por un reparto del
territorio, unos viven en un lugar y otros en otro.
Es aquí donde podemos medir el
alcance de la frase de Lacan, que en 1967, hablando del nazismo y de los campos
de concentración, afirmó que se trataba de precursores y que ya veríamos lo que
tendríamos que ver.
La segregación es una manera de tratar lo insoportable, lo
imposible de soportar.
Lo hemos escuchado en la
investigación en Hogares de la CABA, de Francisca Gelly Cantilo, tanto como con
Ramón, alumno en proceso de integración, a cargo de Mariela Crescente: un niño
que padece Encefalopatía Crónica e intenta ir al baño con sus compañeros del
jardín de infantes.
Es “de locos que se siente al inodoro con
pañales” –en el discurso de la supervisora escolar- avalada por la
universalización que el saber médico establecido hace de este pequeño indicando
que se puede esperar hasta los 6 años
y después qué?
Lacan habla del racismo de los
discursos, en la medida que todo discurso es un ordenamiento de goce. (5)
Incluso el discurso analítico lo es.
Todo discurso logra instituir un orden, hacer funcionar y capturar a los
individuos en ese orden.
Concebimos entonces que haya
polémica, rivalidad e intolerancia entre los mismos.
El discurso analítico, como cualquier
otro es segregativo, la cuestión sería poder pensar cómo no serlo.
La vía del “uno por uno” es un
intento de escapar a la segregación como hemos escuchado también en el material
de Ramón, trabajado por Mariela Crescente y Lucas, por Carolina Di Salvo, donde
una “cosa de locos” en boca de la supervisora es convertido en juego, en un “hacer de cuenta que” posibilitando que algo de la vida circule en un niño
que se esperaba muerto.
O en “Demanda de saber sobre el abuso
de un niño”, de Daniela Mundo y Verónica Silva Arancibia, material en el que
fácilmente se podría haber caído en trabajar con el niño, víctima del mismo,
pero se enfatizó el lugar de mercancía que
Gonzalo ocupa para sus padres, descuidándolo y ofreciéndolo al goce del
abusador.
El discurso analítico aparentemente
no deja a nadie de lado pero, no obstante, no todos pueden entrar en él, ya
Laura lo planteaba en su presentación.
La segregación es un modo de
separación, no simbólico, sino en acto. Es el tratamiento por los muros reales
o invisibles.
La autosegregación de los padres de
Maira, relatada por Aldana Reniero y luego por Cecilia Pellegrino, con la
consiguiente exclusión de la niña en el ámbito escolar, dejándola aislada y
limitando todo lazo con el otro, la convierten así en objeto a merced de una
madre devoradora.
Niña atravesada por el discurso
escolar, de la psicopedagogía y el psicoanálisis ¿Qué mejor intervención que
poner en acto el lazo entre los profesionales frente a la resistencia de los
padres, para que emerja un sujeto?
Si el individuo actual no tiene nada
para establecer un lazo social es porque los “plus de gozar” modernos no están
atrapados en el vínculo social, como sucedía por ejemplo en el discurso del amo
antiguo.
El plus de gozar que nos prepara las
repercusiones de la ciencia no circula libremente, sino que está sujeto al
saber y a las técnicas derivadas del mismo. (6)
Porque no sólo consumo y producción
se encadenan en un círculo infernal – producimos para consumir, pero para
consumir hay que producir - sino que las
formas de trabajo pasan cada vez más por la mediación de saberes especializados.
El saber de los especialistas estaría
así en posición de dominio.
Al sujeto moderno se lo invita a
ceder sobre su diferencia en pos del plus de gozar por las vías prescriptas por
el saber de la época.
Algo de esto escuchamos en “Un niño
en un cuerpo grande”, de Mariana Pineda donde su sufrimiento por la “posición
adelantada” se convierte en un plus para su padre, cuyas fantasías tal vez ya
lo llevan a imaginarlo el Maradona del
siglo XXI, mercancía altamente valorada en nuestros tiempos.
La ciencia extirpa los excesos, - palabras de la Mariana - , pero este
exceso para el padre es un instrumento que tiene valor de mercado como un saber
- hacer que aventaja a este niño sobre sus pares que claramente lo segregan
convirtiéndolo en objeto de sus burlas.
En la medida que haya quien escuche,
F seguirá poniendo en juego cuánto duele el
tamaño, lo diferente, la enfermedad, lo que no encaja.
Para concluir, hay un saber imposible
de negociar, el saber inconsciente:
es propio de cada uno y no se presta a ser mercantilizado.
[1] Rapoport,Judith y Ismond, Deborah:
DSM IV Guide for diagnosis of Childhood Disorders. En Infancia y DSM V: Nuevos nombres impropios de
J. Vasen.