Lic. Laura Mattiussi
Entrecruzamiento de
discursos
Para pensar las
coordenadas que atraviesan este fenómeno, tomo prestado un desarrollo de Dobón
(2003), en el que ubica al sujeto en una encrucijada de distintos discursos, a
la vez que sitúa la especificidad del trabajo del analista.
Dobón sostiene que toda
institución de subjetividad convoca a un triple anudamiento de los discursos
jurídico, biológico y psíquico. Sitúa al sujeto en la intersección de estos
discursos. Dice: “Nuestra actividad todo el tiempo nos invita a
preguntarnos acerca de un borde entre lo social y colectivo así como entre lo
individual y subjetivo. Nuestro dispositivo aloja la subjetividad de lo
inconciente, sin embargo hay un borde de torsión entre ese sujeto y su colindante
que es la subjetividad del Habitante-ciudadano. Se trata de un borde que se va
haciendo en e hacer analítico, de una falta radical que determina fronteras
operativas del orden de la imposibilidad y no de la potencia o impotencia. Lo
paradójico resulta que no se trata de inferir que el psicoanálisis pueda o no
intervenir en la realidad de lo social, sino que en cambio su límite justamente
radica en el sujeto con el que opera y el objeto que conjetura. En tal
subjetividad inciden los síntomas de lo social, pero no hay en el campo de
nuestra operación sobre la realidad como realidad psíquica, los elementos para
incidir “objetiva” o directamente en la realidad psíquico-social”.
El embarazo adolescente (EA) debe
entenderse en este entrecruzamiento de discursos. Cómo leamos el embarazo,
dependerá de las coordenadas particulares en las que el mismo se produjo y del
estatuto, del impacto subjetivo que el mismo produzca en cada adolescente. Por
otra parte, leerlo, no significa que seamos llamados a intervenir en tanto
analistas, en tanto no siempre (me animo a decir que son las menos) hay motivo
de consulta al respecto, hay “caso”. El EA suele ser atravesado muchas veces
sin angustia por parte de las chicas. Cabe diferenciar los casos en que el
mismo es efecto de un evento traumático (ASI) de aquellos en que podemos
pensarlo como un atravesamiento de los avatares propios de esta etapa, como un
modo ¿fallido? de tramitar lo que se juega en ella, de cada sujeto particular.
La medicina del
adolescente cobra mayor vigor reconociéndose como subespecialidad a fines de
los 70, entrando en plena vigencia en los 90. Se vincula al hecho de visualizar
a los adolescentes como sujetos, ni niños ni adultos. Por otra parte, la
preocupación por el EA se debe a que se lo considera un indicador de
vulnerabilidad, por vincularse al ASI, a
que afecta la oportunidad educativa, se asocia a la falta de acceso oportuno a
los servicios de salud, y es también asociado al sostenimiento de estereotipos
de género patriarcales.
En un estudio realizado
por CEDES entre 2003 y 2004 en el país, se concluyó que el EA se produce en
diversos armados de pareja y que provoca que muchas situaciones de noviazgo
devengan en matrimonio o convivencia. En general las madres adolescentes tienen
sus hijos con hombres de una edad similar a la propia o apenas mayores. Un
tercio de las chicas no estudiaban ni trabajaban al momento de quedar
embarazadas; esto refuerza la idea sostenida por varios autores de que en
contextos en los que los jóvenes cuentan con expectativas limitadas, la
maternidad es considerada una experiencia positiva, es la fuente principal de
reconocimiento social, autoestima y respeto por parte de la familia y comunidad
en los contextos socio-económicos menos favorables. Los estudios también demostraron
que en contextos marginales y vulnerables el embarazo raramente corta una
escolaridad exitosa y en muchos casos, precipita la decisión de abandonar la
escuela, decisión considerada previo al embarazo. El 82% de las participantes
no usaba métodos anticonceptivos (MAC) a pesar de no estar necesariamente
buscando un hijo. En grupos focales, surgió que en general, las adolescentes
que buscaban un embarazo atravesaban circunstancias vitales particulares tales
como soledad frente a la muerte de alguien querido, la pérdida de un embarazo
previo, estar conviviendo con la pareja o considerar que llevan ya bastante
tiempo de pareja como para empezar una familia. Agrego yo, el nacimiento o
embarazo de madre o hermana mayor, o acontecimiento obstétrico en la madre.
Otras razones importantes para no usar MAC: pobre conocimiento (19% creía que
no podían quedar embarazadas), falta de información o acceso a MAC, sexo
inesperado, negativa de parte de la pareja a usar MAC. Cuando las chicas
descubren que están embarazadas, suelen sentir vergüenza y temen la reacción de
sus padres, y el aborto es pensado en función de evitar el conflicto con los
adultos más que por un rechazo directo a la maternidad. Distintos estudios muestran
que el abandono escolar suele anteceder al EA; uno de los problemas es que en
lo global, en el país no hay un incremento de la tasa de EA, sino que el
aumento es focalizado en las poblaciones de menores recursos. Sigue siendo del
15% aproximadamente.
Otros datos del 2004
del CDNNyA: el inicio de relaciones sexuales es cada vez más precoz, a los 16
años en la clase media escolarizada, y a los 14, tendiendo a menos, en los
sectores humildes. Sólo un tercio usa MAC. Según la OMS el 40% de los argentinos
menores de 18 años no toma recaudos para evitar el contagio de VIH ni para
evitar embarazos no buscados.
Marco
Legal
Código
Civil
Dentro de nuestro
sistema legal, el estado de minoridad abarca desde el momento de la concepción
hasta el día que se cumplen los 18 años. A los menores, se los divide en 2
categorías: los menores impúberes (desde el nacimiento hasta los 14 años), y
los menores adultos (desde los 14 hasta los 18). Para el Código Civil, los
chicos son incapaces hasta los 14 años: no tienen discernimiento y están
incapacitados para cualquier acto civil; necesitan representante legal para
todo, incluso sostener o interrumpir un embarazo. Los menores de 18 años
pueden, sin la autorización de sus padres, reconocer hijos. La edad mínima para
contraer matrimonio es 18 años, siendo que previamente necesita para hacerlo,
una dispensa judicial (esto es para menores adultos).
Código
Penal
Ley
25.087, Delitos contra la integridad sexual:
El ASI implica involucrar a un niño en actividades sexuales que éste no llega a
comprender totalmente, a las cuales no está en condiciones de consentir o para
las cuales está evolutivamente inmaduro y tampoco puede dar consentimiento, o
en actividades sexuales que transgreden las leyes o restricciones sociales. Se
manifiesta entre un niño y un adulto, o entre un niño y otro que, por su edad
(entre 5 y 10 años de diferencia entre víctima y agresor) o, por su desarrollo
se encuentra en posición de responsabilidad, confianza o poder; implica
entonces coerción y asimetría. En lo que refiere a la infancia se tipifican en:
Incesto (contacto sexual perpetrado por un pariente de consanguinidad lineal,
se incluyen figuras adultas que cubren el papel de figuras parentales);
violación (acceso carnal de una persona adulta con un menor de 13 años; acceso
carnal no consentido); Abuso sexual con aprovechamiento de la inmadurez de la
víctima-estupro (acceso carnal con una NIÑA de entre 13 y 15 años, ya que la
misma no puede dar un asentimiento maduro para una relación sexual); Corrupción
(facilitación de la prostitución infantil, explotación sexual y comercial);
Abuso sexual (comportamientos que implican contactos corporales de
significación sexual); Obligar a mirar pornografía, exhibicionismo; llamadas
obscenas. Aclaro que no son estas las denominaciones específicas que figuran en
la tipificación de la ley; se trata de las descripciones de las figuras con sus
agravantes.
En un fallo de la Corte Suprema se determinó que debe primar el secreto
profesional por sobre la necesidad de denunciar (por minoría de edad en una
relación de pareja; lo mismo en casos de mulas o aborto) argumentando que es
inmoral poner a la mujer en la disyuntiva de salvar su vida o ir a la cárcel.
El sistema de salud no es auxiliar del sistema penal. Primacía del derecho a la
salud.
Otros
componentes del marco normativo:
Programa
Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable (Ley 25.673):
Sus
objetivos son: alcanzar el nivel más elevado de salud sexual y procreación
responsable con el fin de que la población pueda adoptar decisiones libres de
discriminación, coacción y violencia. Disminuir la morbimortalidad
materno-infantil. Promover la salud sexual de los adolescentes. Contribuir a la
prevención y detección precoz de ETS, VIH/sida y patología genital y mamaria.
Garantizar el acceso a la información, orientación, métodos y prestaciones de
servicios referidos a la salud sexual y procreación responsable (prescribir y
suministrar MAC). Potenciar la participación femenina.
Alumnas
Embarazadas. Ley 25.808:
Los
directivos o responsables de los establecimientos oficiales y privados de
educación pública no podrán adoptar acciones institucionales que impidan la
prosecución normal de los estudios de las estudiantes en estado de gravidez o
durante el período de lactancia, y a los estudiantes en su carácter de
progenitores. Abarca a todos los niveles del sistema y a todas las modalidades
de prestación educativa. Obliga a las autoridades educativas, en cuanto a la
estudiante embarazada, a autorizar los permisos necesarios para garantizar su
salud física y psíquica, así como la del ser durante su gestación y el
correspondiente período de lactancia.
En la CABA funciona el Programa de retención escolar de alumnas/os
madres, padres y embarazadas, desde 1999, y se ocupa de acompañar a esta
población en el nivel medio. Cada escuela pública tiene un referente.
Resolución
1.252. CABA 2005:
Establece
la obligatoriedad de asegurar la asistencia sanitaria requerida por las niñas,
niños y adolescentes en cualquier efector dependiente de la Secretaría de Salud, ya
sea solos, embarazadas y/o a cargo de niños, ya sea sin acompañantes adultos o
con adultos que no sean sus representantes legales y sean referentes del niño o
adolescente. Enfatiza el reconocimiento de las capacidades del niño y
adolescente para comprender la información y para otorgar el consentimiento
sobre la realización de estudios y tratamientos. Si no cuentan con las
capacidades necesarias para hacer efectivo el ejercicio personalísimo de su
derecho a la salud, debe convocarse al referente adulto que el niño o
adolescente reconozca como tal; de no haberlo, se llama a la Guardia de Abogados. Una
vez superado el motivo que dio origen a la prestación de salud, no mediando
problemática social, el niño o adolescente (solo, embarazada y/o a cargo de
otro niño) podrá retirarse por sus propios medios, independientemente que
cuente o no con acompañante adulto.
Resolución
1.253. CABA 2005:
Establece
la obligatoriedad de asegurar el acceso irrestricto e incondicional a todas las
prestaciones de carácter preventivo, promocional, asistencial
(diagnóstico-tratamiento) y de rehabilitación a niños, niñas y adolescentes,
sin documentos o con documentos objetados. Determina además que en ningún caso
la inexistencia de documentación de identidad de niños o adolescentes puede
derivar en una intervención judicial y/o policial.
Hospital
General de Agudos Dr. Teodoro Álvarez
Departamento
Materno Infanto-Juvenil:
incluye los servicios de
Obstetricia y Maternidad, Neonatología, Pediatría y Adolescencia. La división
se basa en hechos de naturaleza anatómica, endocrinológica y farmacológica,
relativos al desarrollo puberal, edad de la menarca, etc.
Maternidad y
Obstetricia
El 15% de los embarazos
son de adolescentes. Abordaje principalmente de las mujeres, se trabaja poco
con los padres. En este servicio se atiende el EA (embarazos hasta los 18 años
inclusive), así como a las víctimas de VAS a partir de los 15 años. Dispositivo
de screening de EA: criterio de la posibilidad de riesgo; 2 sujetos a proteger.
Asimismo, incluye el Consultorio de Salud Sexual y Reproductiva (consejería y
métodos, acceso irrestricto), el Consultorio de Orientación en Opciones ante un
embarazo inesperado (consejería pre y post aborto, para adolescentes y adultas)
y Abortos no punibles.
Pediatría: Equipo de
Niños en Riesgo
Incluye la atención de
ASI en niños/as hasta 14 años inclusive. Se deriva a Obstetricia los casos de
EA. Casos de violencia familiar.
Adolescencia
Servicio de atención
clínica y ginecológica de adolescentes a partir de los 10 años; hasta los 9
años se atienden en Pediatría.
La
adolescencia y el embarazo adolescente desde el Psicoanálisis
La propuesta es
plantear brevemente qué significa la adolescencia para el Psicoanálisis, y a
partir de allí pensar algunos vectores desde donde abordar la cuestión del
embarazo en la adolescencia.
Para empezar, voy a
tomar una definición de Alexandre Stevens que Silvina Gamsie (2010) cita en uno
de sus escritos: “la adolescencia es la edad de todos los posibles
pero a su vez la del encuentro con lo imposible (…) Que todo sea posible en
relación a las respuestas es sin duda exagerado, pero es verdad que ciertos
posibles se abren o reabren en ese momento, en cuanto a la elección de la
respuesta (…) En la adolescencia, el sujeto debe reactualizar sus elecciones de
objeto. En el momento en que entra en la adolescencia, en efecto, el sujeto
todavía no se ha decidido acabadamente respecto de sus elecciones de objeto;
será ya sea hétero, ya sea homosexual. Debe entonces volver a pasar por sus
elecciones de objeto, aún cuando por una parte esa elección ya ha sido
planteada; debe decidir en ese momento la elección para su existencia (…)”.
Vamos a desplegar la misma.
Freud, en Las Metamorfosis de la
Pubertad (1905) dice que con el advenimiento de esta etapa la
pulsión que hasta aquí era predominantemente autoerótica encuentra ahora al
objeto sexual, a la vez que aparece una nueva meta sexual bajo el primado y
subordinación de la zona genital. La pulsión sexual se pone ahora al servicio
de la función de reproducción; y agrega, sólo con la pubertad se establece la
separación tajante entre el carácter masculino y el femenino. Es decir hallazgo
del objeto, identificación sexual y reproducción son las novedades con las que
debe enfrentarse el adolescente.
Sabemos que el hallazgo
de objeto es un reencuentro, lo que equivale a decir que en
esta etapa se juegan efectos de los avatares del Complejo de Edipo. No todo se jugó a los 6 años, es en la
pubertad, como dice Lacan, que el sujeto hará uso de los títulos que guardó en
reserva a la salida del Edipo, para asumir su posición sexuada. Momento de
abrochamiento de la estructura en esta segunda vuelta de la sexualidad
infantil.
Al entrar en el orden de la
reproducción sexuada, el adolescente se enfrenta ahora con un real diferente al
que se enfrentaba en tanto niño. Ello supone que “las incursiones
sexuales efectivas que los púberes hacen con los partenaires elegidos, no
podrían de ningún modo denominarse “juegos sexuales”, porque tienen toda la
consistencia de la realidad y de las consecuencias que dicha sexualidad tiene
en ella. La sexualidad como juego sólo la encontramos en la niñez, en la que
los contactos que pueden tener los niños que juegan al doctor o al papá y la
mamá se enmarcan dentro de la sexualidad infantil, que es una sexualidad sin
consecuencias” (Beisim, 2008). En esta
línea, Lacan en el Seminario 12 (clase 9/5/65) se refiere al juego como
“cálculo de esperanzas”, “nada más contrario al riesgo que el juego”, y agrega
Liliana Ranieri (2008): en el juego, “los riesgos son calculables y quedan
encapsulados: historias de muerte y sexualidad sin sangre ni semen, sin que se
corra riesgo”.
Segunda vuelta de la sexualidad
infantil en la que el sujeto debe autorizarse en una elección exogámica de
objeto e incluirse entre sus semejantes. Para ello, el trabajo que debe hacer
el adolescente consiste en la construcción de una trama simbólica que permita
inscribir ese real que irrumpe en el cuerpo, una apropiación bajo la forma de
un mito individual, que habilite la construcción de la responsabilidad ante el
acto. Es decir, en la entrada de esta etapa existe una disyunción entre la
suficiencia biológica y el sujeto en tanto padece aún de insuficiencia de
responsabilidad frente a sus consecuencias (Wainsztein, 2007), cuestión esta
que debe construirse.
Como antecedente lógico a esta
construcción subjetiva de la adolescencia, está el niño o, el juego y el Edipo. Será con el fantaseo que
el púber hará este trabajo.
Freud, en El creador literario y
el fantaseo (1908) se refiere al juego como lo propio del niño y a su sucesor,
el fantaseo. Dice: “el adulto cuando deja de jugar, sólo
resigna el apuntalamiento en objetos reales; en vez de jugar, ahora fantasea.
Construye castillos en el aire, crea lo que se llama sueños diurnos”. Va más
allá y equipara al poeta con quien tiene sueños diurnos, y la creación poética
con el sueño diurno mismo. Freud dice: “El soñante diurno pone el mayor
cuidado en ocultar sus fantasías de los demás porque registra motivos para
avergonzarse de ellas. Agrego que, aunque nos las comunicara, no podría
depararnos placer alguno mediante esa revelación. Tales fantasías, si nos
enteráramos de ellas, nos escandalizarían, o al menos nos dejarían fríos. En
cambio, si el poeta juega sus juegos ante nosotros como su público, o nos
refiere lo que nos inclinamos a declarar sus personales sueños diurnos,
sentimos un elevado placer, que probablemente tenga tributarios de varias
fuentes. Cómo lo consigue, he ahí su más genuino secreto; en la técnica para
superar aquel escándalo, que sin duda tiene que ver con las barreras que se
levantan entre cada yo singular y los otros, reside la auténtica ars poetica.
Podemos colegir en esa técnica 2 clases de recursos: el poeta atempera el
carácter del sueño diurno egoísta mediante variaciones y encubrimientos, y nos
soborna por medio de una ganancia de placer puramente formal, es decir,
estética, que él nos brinda en la figuración de sus fantasías. A esa ganancia
de placer que se nos ofrece para posibilitar con ella el desprendimiento de un
placer mayor, proveniente de fuentes psíquicas situadas a mayor profundidad, la
llamamos prima de incentivación o placer previo. Opino que todo placer estético
que el poeta nos procura conlleva el carácter de ese placer previo, y que el
goce genuino de la obra poética proviene de la liberación de tensiones en el
interior de nuestra alma. Acaso contribuya en no menor medida a este resultado
que el poeta nos habilite para gozar en lo sucesivo, sin remordimiento ni
vergüenza algunos, de nuestras propias fantasías”.
La fantasía en tanto crea un tiempo y espacio psíquico donde se puede ejercitar
sin el riesgo que ahora las posibilidades biológicas vuelven realizables, hacer
algo con ese plus que pulsiona. A su vez, necesidad de crear un velo
para no encontrarse con el displacer. La representación es un nombre de
la metáfora con la que cuenta el adolescente gracias a esa cicatriz del
Complejo de Edipo que es el fantasma. Dice Freud en una nota del Hombre de las
ratas (1909): “los recuerdos de la infancia de los seres humanos se establecen
sólo en una edad posterior (casi siempre en la pubertad), y que entonces son
sometidos a un complejo trabajo de refundición que es enteramente análogo a la
formación de sagas de un pueblo sobre su historia primordial. Cabe discernir
con nitidez que el ser humano en crecimiento busca, en estas formaciones de la
fantasía sobre su primera infancia, borrar la memoria de su quehacer
autoerótico, elevando sus huellas mnémicas al estadio del amor de objeto; o
sea, como un genuino historiógrafo, procura contemplar el pasado a la luz del
presente”. Posibilidad de subjetivar su particular modalidad de goce y de su
deseo, en una versión propia de las coordenadas de su novela familiar (Gamsie,
2010). Remarco la función de velo, de encubrimiento, del fantasear que habilita
un espacio sin riesgo que prepara, antes que el cuerpo entre en juego, para
responsabilizarse de ello. Para ilustrar
esto, y como conexión con el siguiente antecedente, el Edipo, cito a Freud en
Las Metamorfosis de la
Pubertad : “Pero la elección de objeto se consuma primero en
la esfera de la representación; y es difícil que la vida sexual del joven que
madura pueda desplegarse en otro espacio de juego que el de la fantasía, o sea,
representaciones no destinadas a ejecutarse. (Nota: las fantasías del período
de la pubertad prosiguen la investigación sexual abandonada en la infancia). A
raíz de estas fantasías vuelven a
emerger en todos los hombres las inclinaciones infantiles, sólo que
ahora con el refuerzo somático. Y entre estas, en 1° lugar, y con la frecuencia
de una ley, la moción sexual del niño hacia sus progenitores, casi siempre ya
diferenciada por la atracción del sexo opuesto: la del varón hacia su madre y
la de la niña hacia su padre. Contemporáneo al doblegamiento y la desestimación
de estas fantasías claramente incestuosas, se consuma uno de los logros
psíquicos más importantes, pero también más dolorosos, del período de la
pubertad: el desasimiento respecto de la autoridad de los progenitores, el
único que crea la oposición, tan importante para el progreso de la cultura,
entre la nueva generación y la antigua”.
Del Complejo de Edipo, voy a
retomar el recorte que Freud hace el La Feminidad (1933), respecto del mismo en
el caso de la niña. Sostiene que la ligazón-madre de la niña se viene a pique
bajo el signo de la hostilidad al hacerla responsable de su falta de pene, por
lo que se siente gravemente perjudicada y cae presa de la envidia al pene. Es por el influjo de la envidia al pene que
la niña es expulsada de la ligazón-madre y desemboca en la situación edípica
como en un puerto. En este artículo hace una clara diferencia entre el estrato
pre-edípico y el edípico, resaltando la importancia del primero. Dice: “El
deseo con que la niña se vuelve hacia el padre es sin duda, originariamente, el
deseo del pene que la madre le ha denegado y ahora espera del padre. Sin
embargo, la situación femenina sólo se establece cuando el deseo del pene se
sustituye por el deseo del hijo, y entonces, siguiendo una antigua equivalencia
simbólica, el hijo aparece en lugar del pene. La niña había deseado un hijo ya
antes, en la fase fálica; ese era sin duda alguna, el sentido de su juego con
muñecas. Pero ese juego no era propiamente la expresión de su feminidad: servía
a la identificación-madre en el propósito de sustituir la pasividad por
actividad. Jugaba a la madre, y la muñeca era ella misma. Sólo con aquel punto
de arribo del deseo del pene, el hijo-muñeca deviene un hijo del padre y, desde
ese momento, la más intensa meta de deseo femenina.
Con la transferencia
del deseo hijo-pene al padre, la niña ha ingresado en la situación del complejo
de Edipo. Por largo tiempo el complejo de Edipo de la niña nos impidió ver esa
ligazón-madre preedípica que, sin embargo, es tan importante y deja como
secuela fijaciones tan duraderas. Para la niña, la situación edípica es el
desenlace de un largo y difícil proceso, una suerte de tramitación provisional,
una posición de reposo que no se abandona muy pronto, sobre todo porque el
comienzo del período de latencia no está lejos”. “La identificación-madre de la
mujer permite discernir dos estratos: el preedípico, que consiste en la ligazón
tierna con la madre y la toma por arquetipo, y el posterior, derivado del
complejo de Edipo, que quiere eliminar a la madre y sustituirla junto al padre.
La fase de la ligazón preedípica tierna es la decisiva para el futuro de la
mujer; en ella se prepara la adquisición de aquellas cualidades con las que
luego cumplirá su papel en la función sexual y costeará sus inapreciables
rendimientos sociales. En esa identificación conquista también su atracción
sobre el varón, atizando hasta el enamoramiento la ligazón-madre edípica de
él”. Resalto
estas ideas porque creo es una diferencia importante a tener en cuenta en la
clínica en los casos que nos ocupan, es decir, para pensar el lugar del niño
para esa adolescente, si en esta segunda vuelta del Edipo, el embarazo se
produce en relación al lazo con la madre pre-edípica o está en la vía de la
transferencia del deseo hijo-pene al padre.
En la definición de Stevens, se decía que la adolescencia supone el
encuentro con lo imposible, con que no hay relación sexual. Daniel Paola (2007)
explica esta falta de inscripción de lo real en términos que no hay iniciación
en tanto no hay garantía de eficacia en lo sexual. “No por saber es que existe
la eficacia. Que un individuo atraviese por la primera relación
sexual no es garantía de ninguna iniciación, en cuanto no asegura ninguna
eficacia de función en la próxima”. Y agrega: “Aquello que liga a la adolescencia se
encuentra relacionado a la creencia falsa de alcanzar una iniciación que sea
garantía eficiente de función, sea de lo sexual o del inconsciente mismo. Esa
creencia es propia de toda mentalidad por la que transcurre cada ser hablante y
que por supuesto podría concluir en vida, si se tolera la inexistencia de esa
garantía que recae sobre la función. (…) [Esta es] la cuestión que se
desarrolla en la adolescencia respecto a la no-función y que lleva al
establecimiento del síntoma”. Para
estructurar esto, es necesario tiempo. Dice Winnicott (1969): Solo con el paso
del tiempo y de la experiencia puede un joven aceptar poco a poco la
responsabilidad por todo lo que ocurre en el mundo de la fantasía personal. Según
el momento de este recorrido del sujeto en que se produzca el embarazo, serán
las consecuencias subjetivas del mismo. Identificando la constitución del
síntoma con la presencia de angustia (señal de la no-función) frente al
embarazo, puede pensarse una mayor posibilidad de tramitar un encuentro
efectivo con las consecuencias que deberá enfrentar. Si, en cambio la
constitución del síntoma no antecede al embarazo (éste transcurre sin angustia),
existe el peligro de que cuando el pasaje se produzca la repercusión sea que
quede como un estigma (que se agregará al síntoma) al estilo de lo
inmodificable, con la consecuencia de un super-yo arrasador (Paola, 2007).
Destacamos ya la función de la fantasía en cuanto permite al sujeto historizarse, armar una explicación como mascarada posible. Al respecto, y tomando los historiales freudianos de 3 adolescentes, Ana O, Dora y la joven homosexual, Silvia Wainsztein (2007), dirá que las fantasías de embarazo no pueden dejar de ser parte de una de las construcciones del fantasma; haciendo hincapié que ahora, lo real del cuerpo hace posible la realización de esos fantasmas. “Las fantasías de embarazo en la adolescencia renuevan, bajo otras condiciones, los juegos de las niñas con las muñecas, en el contexto del drama edípico. Recordemos que Freud habló de dos tiempos en relación a este juego: en el primero se trata de abordar lo real con el Otro primordial, que para la mujer es del mismo sexo, es decir es un tiempo homosexual. Es en un tiempo posterior donde dicho juego simboliza la demanda de falo al padre”. Es en la equivalencia simbólica que inscribe al niño=falo que la maternidad para Freud normativiza a las mujeres. Sostiene esta analista: “Cuando la hija ofrece imaginariamente a la madre un niño, pone a prueba por aprés-coup su lugar de objeto de amor en los tiempos primordiales. (…)
La pubertad tiene efectos de ruptura distintos en la niña y en el varón. Ella recurre al padre salvador y él rivaliza con su progenitor. En ambos casos se trata de la repetición de una ruptura anterior. Para ella, la precipitación en el espejo del Otro que es del mismo sexo, tiene un valor especial cuando un padre se ocupa de sacarla del fondo de ese espejo, siempre y cuando en el horizonte se juegue la dialéctica del falo en tanto don, es decir, que tiene la templanza de lo simbólico. Si el falo es sólo imaginario, su manifestación es la reivindicación de una falta. En la pubertad, el embarazo es el representante de la adquisición del mismo, portado en el propio cuerpo. Según el caso, a veces lo es para la propia adolescente, y otras para su madre”.
La pubertad tiene efectos de ruptura distintos en la niña y en el varón. Ella recurre al padre salvador y él rivaliza con su progenitor. En ambos casos se trata de la repetición de una ruptura anterior. Para ella, la precipitación en el espejo del Otro que es del mismo sexo, tiene un valor especial cuando un padre se ocupa de sacarla del fondo de ese espejo, siempre y cuando en el horizonte se juegue la dialéctica del falo en tanto don, es decir, que tiene la templanza de lo simbólico. Si el falo es sólo imaginario, su manifestación es la reivindicación de una falta. En la pubertad, el embarazo es el representante de la adquisición del mismo, portado en el propio cuerpo. Según el caso, a veces lo es para la propia adolescente, y otras para su madre”.
Bibliografía
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Winnicott, Donald, “Muerte y asesinato en el proceso adolescente”, en “Realidad y juego”, Editorial Gedisa, Barcelona, 1997, 7° edición.
Viñetas
1) L tiene 13 años, y cursa un embarazo de
pocas semanas, producto de reiteradas violaciones por parte de su padrastro. Manifiesta que hace 2 años su padrastro, en momentos
en que su mamá salía, y mientras ella dormía, se metía en su cama y la
“violaba”. No contó nada de lo sucedido a su mamá ya que temía que esta se
enojara con ella y le pegara, “Tenía miedo”, dice. Agrega que su progenitora la
golpeó en algunas oportunidades, “cuando se enoja por algo”. L impresiona
sobreadaptada a la situación, sin afecto alguno respecto de la gestación. Se la
observa preocupada respecto de no ser separada de su madre, así como en
relación a sostenerla, “ella no tiene la culpa”. Del embarazo, dice “no tengo
cabeza para decidir qué hacer”, solicitando que sea su madre quien tome la
decisión sobre si continuar con el mismo o no.
Tras
ser externada luego de que se realizara un aborto no punible, L fue a un Hogar;
ella seguía manifestando que su mamá no tenía la culpa de lo que le pasó y dirá
siempre que se le pregunte que ella quiere estar con su madre y hermana menor.
L
continúa tratamiento tras su externación. Dice tener miedo de seguir embarazada
por los síntomas que tiene: ganas de vomitar y la panza hinchada. Se ubica que
este malestar se inició al ingresar en el Hogar y lo asocia con el momento en que S, su hermana “casi
gemela” fue llevada a un orfanato. Esto ocurrió a sus 6 años aproximadamente.
No saben nada de ella, L siempre quiso rescatarla. Dice que tiene pensamientos
de lo que le pasó y de cuando vivía en la calle, con su mamá. S es un año
mayor, y “por una denuncia de que vivían en la calle y su mamá tomaba, el
gobierno se la llevó a un lugar como el que estoy yo. Nos quisieron quitar a
las dos, pero mi mamá me escondió”, visitaban a S, hasta que su mamá se mudó y
L se quedó al cuidado de su abuela. Para ella la historia se repite tal cual.
“Mi mamá cambió como le pidieron, ya no tomaba. Todo estaba bien”. “Mi
padrastro me pegaba, ella me defendía y por eso peleaban”. Le marco que no, que
no estaba todo bien; también las diferencias entre la situación actual y la de
S.
L
se enoja porque le falta ropa pero no quiere pedirle a su madre, porque ésta no
tiene plata, no quiere que se ponga mal. Le gustan las películas de terror;
decide contarme “La huérfana”: es sobre una nena de 4 años que quiere llamar la
atención del padre y como no puede mata a toda la familia. Termina cuando ella
se muere. ¿Cómo? Quiere matar a su mamá, que ésta pise el hielo, éste se rompa
y se ahogue; esto termina pasándole a ella. Después de esta sesión, empieza a
aparecer la bronca, y con ella se irá desplazando el hecho de que se le hincha
la panza, primero asociado a su miedo de seguir embarazada, para luego ligarse
a su ser “regañona y nerviosa como mi mamá”.
2) R de 18 años:
“mi mamá se enojó porque el papá del bebé no es mi pareja. La enojó que le
mintiera. A mí me pasó lo mismo. Soy hija de otro hombre, no de su pareja. No
quiere que yo haga lo mismo. Yo me enteré a los 17 años…Miento mucho y se
enoja… No le digo las cosas porque te tira todo abajo”. No sabía cómo decírselo
a su mamá; cuando ésta se entera del embarazo, quiso que abortara. Ella decide
tenerlo, “mi mamá se deprimió, a ella le sacaron el útero hace unos meses.
Ahora se queja porque todos me ayudan”. Su mamá tiene 38 años; su última hija
está con el papá, “la regaló”. V no conoce a su papá biológico. De la madre
dice, “nunca estuvo cuando éramos chicas…igual no me animo a reclamarle como
hija. Tengo miedo que se enoje…mi abuela no la perdonó a ella y yo estoy
haciendo lo mismo que ella. Mentí mucho, le decía que me iba a lo de una amiga
y salía con chicos a boliches. Somos muy parecidas con mi mamá… Dice que la
defraudé como madre, que se siente fracasada…decía que yo estoy pagando lo que
hizo mi papá, que saliendo con otros hombres no quería compromiso”. Cuando nace
su hijo, su mamá se empeña en decir que es la madre. También dirá que desde que
nació su hijo, su mamá “cambió un montón, está re-contenta, lo cuida…me cuida.
Se quiere quedar a cuidar al bebé en vez de ir a estudiar. Dejó de estudiar
para que yo lo haga. Me dice: “Qué hermoso hijo tenés”. Me pone re contenta”.
M tiene 16
años, está embarazada de 5 meses, vive con sus padres con quienes tiene mala
relación. No la dejan estar con su novio (B), con quien está desde hace 1 año.
El año pasado a causa que su padre le pegaba y amenazaba por estar con B, ella
se escapó de la casa; volvió por miedo a que denuncien al novio. De este hecho
dice: “a mi mamá no le interesaba. Mi papá hizo la denuncia por búsqueda de
paradero; yo le había dejado una carta diciéndole que no me busque, que estaba
bien”. “Me hacen a un lado. No dejan que B entre en casa, dicen que él compre
lo que necesito…Que mi papá entienda, él vivió lo mismo”. Su madre fue mamá a
los 14 años. “Para ellos ya estoy arruinada. Ahora se preocupan por mis
hermanos”. Ella es la mayor, y su hermano más chico tiene 3 meses. “Es como que
para mi papá estoy de más, me dice que todo se lo pida a B. antes del embarazo,
esto no pasaba”. Le digo que a su papá le debe haber enojado esta situación.
Quisiera que su padre le dé permiso para irse a vivir con B… “mi papá cree que
B me va a hacer sufrir. Sé que quiere lo mejor para mí…pero yo quiero juntarme
con B”. Ubico que hay tiempo para armar esto. La vez siguiente, dice que “por
ahora estoy pensando” en relación a cómo van a vivir cuando nazca el bebé. La
consuela pensar que su papá tiene miedo que su novio la haga sufrir, “me hace
feliz que lo hace por mi bien”. Con el tiempo sus padres comienzan a hablar con
B; no hay situaciones de violencia. Tiene miedo al parto, “mi mamá me dijo que
la iba a necesitar…pero que B iba a estar en ese momento”. Ella quiere que la
acompañe la madre. M “no se acordó” de preguntarle a la ecografista por el sexo
de su bebé y todavía no acordaron con B dónde vivirían juntos, cada uno sigue
en su casa.