Lic. Inés Arjovsky
María
es derivada al Equipo de Niños del Hospital a través de un Juzgado. Se hace la
admisión a la Directora del Hogar donde la niña transcurría sus días. Vivía en
dicho hogar desde los tres años a raíz de que el Juzgado había sacado la
tenencia a los padres y otorgado la guarda a la abuela paterna. Una serie de
episodios de violencia determinaron que el Juzgado evaluara que la niña
permaneciera en el Hogar. La Directora refiere en esa ocasión que un año antes
se había iniciado un proceso de adopción que duró seis meses porque la pareja
adoptante no la acepta, motivo por el cual, la niña reingresa nuevamente a
dicha Institución. El azar hizo que durante las entrevistas de Admisión
surgiera la posibilidad de una vinculación con una nueva familia compuesta por
un matrimonio y un hijo biológico de 13 años.
La
descripción de la Directora respecto de María es muy contundente: "accesos
de rabia, se encerraba a ella y a los demás niños". "Si María decide
hacer algo, -dice-, es difícil pararla", "no registra si pierde los
útiles". Sin embargo, añade una buena para María: "Es muy cariñosa y
quiere tener mamá y papá."
Decido
entrevistar a los padres antes de ver a la niña. Ambos comentan que en este
breve tiempo de convivencia presenta muchos cambios. Refieren que pone a prueba
a cada rato sus límites: "hace berrinches, grita, toma actitudes
autoritarias". Frente a ello, los padres le dicen: "Hablando, nos
vamos a entender mejor". Respecto de la escuela, refieren que María presta
más atención en clase y se queda en el aula. Señalan, a su vez, que la niña
reconoce cuando no sabe o desconoce algo.
En
la primera entrevista, María me abraza. Cuando vamos a buscar los juegos se
quiere llevar todo. Agarra distintos elementos y los deja. No puede armar una
escena de juego ni representar personajes.
Las siguientes entrevistas con la niña transcurren de ese modo. Prende y apagar el ventilador del consultorio. Arma escenas familiares donde se alimenta a muñecos y les dice: "No muestren sus partes íntimas". En una oportunidad, encuentra los palitos chinos y dice: "te voy a curar, hay algo mal, te voy a dar una vacuna". Representa una escena de mucha violencia ya que intenta clavar mi brazo como si se tratara de una jeringa. No quiere irse cuando finaliza la sesión, como si tratara de prolongar ese encuentro, marcado por un desborde pulsional.
Las siguientes entrevistas con la niña transcurren de ese modo. Prende y apagar el ventilador del consultorio. Arma escenas familiares donde se alimenta a muñecos y les dice: "No muestren sus partes íntimas". En una oportunidad, encuentra los palitos chinos y dice: "te voy a curar, hay algo mal, te voy a dar una vacuna". Representa una escena de mucha violencia ya que intenta clavar mi brazo como si se tratara de una jeringa. No quiere irse cuando finaliza la sesión, como si tratara de prolongar ese encuentro, marcado por un desborde pulsional.
En
una sesión, observa en el armario de juegos las témperas y dice: "Falta el
pincel". De pronto agarra el teléfono y, con tono amenazante, dice:
"Voy a llamar a tu mamá", "se porta mal, no sé qué hacer."
Después imitando a una maestra expresa: "te callás, te quedás ahí."
Me hace participar de la escena pero solo como espectadora pasiva. Por
momentos, sentía la dificultad de producir un corte a tamaño despliegue. Cuando
indico que su sesión terminó, manifiesta: "Me tenés que escuchar, entender
todas las partes, que me porto mal, que me porto bien". No quiere irse.
Intervengo diciendo que voy a ordenar los juguetes y llamo a la madre. Su madre
ingresa al consultorio y dice: "¿Nos vamos?". María se va enojada.
La
sesión siguiente pregunta: "¿Trajiste el pincel?". Despliego varios
pinceles en la mesa. Explico nuevamente el encuadre, le digo que dura un tiempo
y que en ese tiempo podemos hacer varias cosas. Le propongo escribir en un
papel lo que vamos a hacer en la sesión y luego lo firmamos. Ese día elige
dibujar con temperas y utilizar un pincel. Pregunta en varias oportunidades:
"¿Me estoy portando bien?". Le afirmo que sí.
Se
inicia una serie de entrevistas en las cuales ella se manifiesta interesada en
armar el "acta" de lo que vamos a hacer, una manera muy singular de
regular en el tratamiento su conducta. Un ejemplo: "Viste, hoy no ensucié
tanto". Insiste con la pregunta "¿Cómo me estoy portando? En esta
ocasión la sorprendo: "¿Vos qué pensás? y ella contesta: "Me porté
bien".
Por
otro lado, los padres manifiestan que María "está más tranquila y relajada
durante más tiempo del día" y notan que se preocupa por su comportamiento.
Interroga al padre: "¿Vos me retás, pero me querés, no?".
María comienza a jugar, me incluye en las escenas familiares que comienza a armar, en las que siempre hay alguien que cuida a otro. También elige jugar a juegos reglados. En una ocasión relata un sueño y dice: El sueño me puso mal: "Íbamos en un colectivo con mi mamá y ella quedó abajo y no subió". Su madre solicita una entrevista. En la misma ambos me informan que a María le está yendo bien en este primer grado: escribe, establece secuencias temporales. Han tomado la determinación,- remarco- la decisión, en una muestra clara de autoridad respecto de su hija, de hacer que continúe su terapia en forma privada, y ya no en el Hospital, porque prefieren no cambiarle el ritmo escolar, ya que el tratamiento en el Hospital implicaba retirarla y volver a llevarla, y esto, según ellos, alteraba a la niña. A su vez, relatan que María les preguntó si va a ser adoptada por ellos.
María comienza a jugar, me incluye en las escenas familiares que comienza a armar, en las que siempre hay alguien que cuida a otro. También elige jugar a juegos reglados. En una ocasión relata un sueño y dice: El sueño me puso mal: "Íbamos en un colectivo con mi mamá y ella quedó abajo y no subió". Su madre solicita una entrevista. En la misma ambos me informan que a María le está yendo bien en este primer grado: escribe, establece secuencias temporales. Han tomado la determinación,- remarco- la decisión, en una muestra clara de autoridad respecto de su hija, de hacer que continúe su terapia en forma privada, y ya no en el Hospital, porque prefieren no cambiarle el ritmo escolar, ya que el tratamiento en el Hospital implicaba retirarla y volver a llevarla, y esto, según ellos, alteraba a la niña. A su vez, relatan que María les preguntó si va a ser adoptada por ellos.
Del
no lugar a un deseo no anónimo
Se
podría pensar que en este caso se produce un doble movimiento al inicio del
tratamiento: el encuentro con un analista al mismo tiempo que se inicia el
proceso de adopción de estos padres. Fue una elección desde el comienzo
nombrarlos así: una apuesta a que esta niña no ingresara nuevamente en la serie
anterior del desalojo y el no lo lugar en el deseo del Otro. Aparecía desde un
primer momento en las entrevistas con estos padres, cierta tranquilidad al
pensar que serían ellos quienes estarían al cuidado de María. Algo de su
posición incluía siempre un alojar a la niña.
Cabe preguntarse entonces: ¿Qué lugar para un analista allí? Qué función tuvo en el tratamiento? Qué habilitó la transferencia en este caso?
Al
comienzo del tratamiento, María no jugaba, representaba escenas de violencia en
donde era difícil poner un corte, era puro desborde pulsional. No había posibilidad
de poner un límite a ese exceso que la domeñaba. En las escenas que
representaba no parecía dirigirse a un Otro. Se presentificaba la no operatoria
de la función del Otro. En este sentido, se podría inferir que la función
paterna, que anuda deseo y pulsión, estaba detenida y por esto la escena no
estaba velada y se producía la emergencia de lo pulsional en forma desregulada.
Cabría
esbozar una respuesta: el encuentro de María con un analista posibilitó la
operación de la función del Otro, necesaria lógicamente para la constitución
subjetiva. Insiste la pregunta entonces: ¿Cómo vía la transferencia se encarna
dicha función?, ¿Qué vehiculiza en los padres?
Lacan
nos enseña de "…la importancia que tuvo para un sujeto, vale decir,
aquello que en ese entonces no era absolutamente nada, la manera en que fue
deseado (…) Dice: "Incluso un niño no deseado (…) puede ser mejor acogido
más tarde. Esto no impide que algo conserve la marca del hecho de que el deseo
no existía antes de cierta fecha."
Podemos
pensar que lo que insiste al comienzo en este caso, es un no lugar en el deseo
del Otro. Sin embargo, habría una mejor acogida más tarde en el doble
movimiento que mencioné anteriormente: el de los padres adoptantes y en el
encuentro con un analista. Si bien el deseo interviene encarnado en la figura
de estos padres, es desde el lugar del analista en que éste parece sostenerse y
operar. Pienso que al convocar a la madre, se habilita su función y opera,
produciendo ella un límite al desborde. Es a partir de esta escena que María
comienza a preguntarse por su comportamiento y a producirse un marco en la
escena del tratamiento. El "acta" de la sesión también reflejaría un
lugar deseante para esta niña, dando un marco simbólico a la escena, como así
también, posibilitando la pregunta por el lugar de ella en el deseo del Otro.
Cuando pregunta: ¿Me porté bien? se dirige a un Otro que aloja y afirma un
lugar. Fue necesario ese movimiento para que en un segundo tiempo, sea ella
quien pueda implicarse como objeto causando el deseo del Otro. Es desde ahí que
se dirige a sus padres, preguntando si será adoptada.
En
efecto, se puede pensar que es el analista ubicado en un lugar tercero el que
propicia una mediación entre la niña y sus padres, vehiculizando que sean ellos
los que se autorizan al final a tomar las "mejores" decisiones sobre
su hija.
Para
concluir, si la constitución subjetiva implica la relación con un deseo que no
sea anónimo, y éste se juega en la escena transferencial en acto, la apuesta,
en este caso, fue a que la adopción estuviese sostenida en ese deseo
particularizado.
Bibliografía
mencionada:
Lacan,
J., "Conferencia en Ginebra sobre el Síntoma", en Intervenciones y
Textos II, Manantial, 2001, pp 124.